Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. Un gran sector de la población nacional está viviendo con mucho entusiasmo la proximidad del bicentenario de la independencia, por todo lado se anuncia que esa rememoración se hará como lo merecen quienes se esforzaron por legarnos una patria grande y libre, y a veces nos olvidamos, que ese deseo de independencia, esa manifestación de rechazo a la conquista por parte de la corona española, comenzó desde 1532, como se ha destacado en una placa inaugurada por el general Herrmann Hamann Carrillo, en el Panteón Nacional de los Próceres, donde se menciona la actitud de los curacas del Valle del Chira, que se alzaron contra os pizarristas.
Pasados los episodios conocidos en Cajamarca, la fundación de Jauja y Lima, y otros sucesos posteriores a la captura y muerte del Inca Atahualpa en Cajamarca, se inició la resistencia en Vilcabamba, que se continuó, hasta la ejecución de Felipe Túpac Amaru, cuarto y último inca de Vilcabamba, hijo que había sido de Manco Inca, su nombre significa “serpiente resplandeciente”.
FelipeTúpac Amaru nació en el Cusco en1545, y asumió el reinado, después de la muerte de su medio hermano el uari inca Titu Cusi Yupanqui, muerto dos años antes que él, al parecer envenenado por españoles. Como la resistencia encarnizada continuaba con bajas entre los españoles, el virrey del Perú, Francisco de Toledo, programó someter por la fuerza al reino de Vilcabamba, encargando la expedición de la conquista, a Martín Hurtado de Arbieto.
El inca contaba con una fuerza de 2000 soldados, a los que Hurtado de Arbieto atacaría en dos grupos, uno lo haría por Chuquichaca, y otro por Curahuasi, librándose finalmente la batalla de Choquelluca, a orillas del río Vilcabamba. Los españoles tomaron la ciudad de Vitcos, los restos del ejército inca se dirigieron a la selva, y Sarmiento de Gamboa, que se encontraba presente en estos hechos, tomó posesión de Vilcabamba, a nombre del Rey Felipe.
Túpac Amaru se había marchado el día anterior hacia el oeste, iba con sus generales y con los miembros de su familia, estratégicamente en pequeñas partidas para evadir la persecución, sin embargo los soldados españoles apoyados por indios auxiliares los capturaron.
Los españoles intentaron convertir a Túpac Amaru al catolicismo, sin que este hombre quebrante su fe; los cinco generales incas capturados tras un juicio sumario fueron sentenciados a la horca. El juicio a Túpac Amaru, se centraba en acusarlo por el asesinato de los sacerdotes en Urcos, y pese a su inocencia, fue sentenciado a la decapitación, de nada valieron las súplicas de los sacerdotes que rogaron al virrey que remita al inca a España para un juicio final.
Fue ejecutado en la plaza mayor del Cusco, frente a la Catedral, el 24 de setiembre de 1572, subió al patíbulo acompañado del obispo del Cusco, y mientras la multitud de indios lloraba y lamentaba la muerte de su señor, el inca levantó la mano como mandándoles silencio, y dijo en quechua “dirigiéndose a Pachacamac: “atestigua como mis enemigos derraman mi sangre”.