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Dom, Dic

A 198 años de creación de nuestra bandera

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. Creo que no hay un solo peruano, que al leer la poesía a la bandera de Enrique López Albújar, no haya vibrado con la emoción intensa de sentir que desde sus entrañas le grita la patria, que le recuerda a través de la poesía, que son suyos los colores blanco y rojo como la sangre que lleva, y como el níveo brillo de las nieves de los andes, donde las gigantes montañas, se alzan como vigías sempiternos, recordándonos, que como ellos, hay que estar vigilantes por la patria.

No hay pueblo del mundo que no tenga su bandera, existen representando a la nación, porque flamean en todos los rincones de cada país, en cada espacio nacional la bandera tiene un significado, como lo tiene entre nosotros los peruanos, y aunque hoy se ha hecho una costumbre de tener una bandera por cada pueblo, la que tenemos engarzada en nuestra memoria colectiva, en nuestras retinas, y en todo nuestro ser, es la blanca y roja, esa que amamos desde la cuna, porque nos amamantaron mujeres que tienen a la bandera, como el mayor de sus símbolos nacionales.

bandera peruana

Abraham Valdelomar también nos emociona con su “Oración a la Bandera”, nos la rememora, como hija de San Martín, nieta de Manco Capac y madre de Grau y Bolognesi, en una bella expresión que se hunde a las raíces de la patria a través de la bandera, y nos traslada a escenarios, donde el mismo San Martín, creador de la bandera peruana, poso su huella, al trajinar por tierra peruana, entre 1820 y 1822, años de su permanencia bajo el sol de los incas.

José de San Martín, el arquetipo de la libertad e independencia americana, fue el creador de la bandera, el 21 de octubre de 1820, producto de un sueño, o de la meditación y comparación con el pasado patrio, lo cierto es que el gran argentino, respetuoso de la tierra en la que iba a protagonizar la última gran página militar de su vida, consideró que no podía flamear otra bandera, que no fuese una que representará al renaciente Estado, y no la que había traído el Ejército Libertador.

La bandera es un símbolo patrio del Perú, cuyas formas han ido variando con los tiempos, es verdad, han variado las formas, pero no los colores, como nos lo recuerda en Lima, doña Catalina Ciccia de Chávez, presidenta de la Comisión de la Plaza a la Bandera, porque ella se ha constituido como centinela de nuestro emblema, en esa plaza que se levantó por su tesón, por su perseverancia, y porque asumió la necesidad de honrar a la bandera, no un solo día, sino en cada día de nuestras vidas.

Los colores de la bandera peruana fueron tomados del diseño de San Martín y de Torre Tagle, aunque se tejen una serie de tradiciones sobre el origen de los colores, no sabemos aún, a que de debió realmente la elección que de ellos hizo el general San Martín, lo único cierto, es que la primera bandera republicana, fue creada por el general José de San Martín, poco después de su desembarco en Pisco, como lo podemos verificar, en el decreto que dio el 21 de octubre de 1820, en cuyo contenido dice:

“Se adoptará por bandera nacional del país una de seda, o lienzo, de ocho pies de largo, y seis de ancho, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e inferior, y encarnados los laterales; con una corona de laurel ovalada, y dentro de ella un Sol, saliendo por detrás de sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo. El escudo puede ser pintado, o bordado, pero conservando cada objeto su color: a saber, la corona de laurel ha de ser verde, y atada en la parte inferior con una cinta de color de oro; azul la parte superior que representa el firmamento; amarillo el Sol con sus rayos; las montañas de un color pardo oscuro, y el mar entre azul y verde.

Si nos detenemos a releer esta descripción, nos encontraremos con la figura del país de los incas, y con el hombre que respetó y valoró lo nuestro, al crear una bandera que sintetizara en su forma, el lazo que ataba y ata a los peruanos con su pasado y con su naturaleza, con ese escenario geográfico, donde los andes y el mar son figuras centrales, junto al verde de la selva y al sol que con sus rayos brilla sobre los arenales y sobre el Perú entero.

Cuánta razón tuvo Valdelomar, al reiterar lo que dijimos líneas arriba, la bandera, nuestra bandera, es hija de San Martín, ese hombre nacido en Yapeyú, para quien la patria era América, y no solamente el entorno geográfico del país de su nacimiento; Valdelomar la hace nieta de Manco Capac, el legendario fundador del Tahuantinsuyo, ese hombre que desde los alrededores del lago Titicaca, emprendió la tarea que lo hizo trascendente para la posteridad.

Valdelomar nació en Ica y vivió en Pisco, y fue él quien escribió una tradición literaria en 1917, en la que proyecta, como gran creador literario, que el general José de San Martín, habiendo desembarcado en las costas de Pisco, se habría inspirado, supone, en los colores de las parihuanas, flamencos de alas rojas y de pecho blanco, que hasta hoy se pasean por la costa peruana.

Sin embargo, para el historiador Mariano Felipe Paz Soldán, la bandera peruana tendría los colores rojo y blanco porque San Martín tomó el rojo de la bandera chilena, y el blanco de la bandera argentina, países que había libertado, tras librar batallas contra el ejército realista, al que años antes había pertenecido; quienes no comparten esta postura, lo fundamentan, en que los colores que prevalecen en las banderas chilena y argentina, no son el blanco por un lado, y por el otro es la forma, más que el color; y más aún, se trata de encontrar una relación con el color rojo de la mascaypacha imperial de los incas.

Nuestra bandera ha pasado por varios diseños, tuvo su primera modificación durante el gobierno del marqués de Torre Tagle, quien reemplazó interinamente a San Martín disponiendo en marzo de 1822 una nueva composición de la bandera, en la que establecía una franja blanca transversal encamada entre dos de color rojo de la misma anchura, con un sol rojo en el centro. Poco después, por el parecido al pabellón español, se oficializó, desde el 31 de mayo de 1822, que las bandas fueran verticales, como las tiene la bandera, hasta hoy.

Nuevos cambios se experimentaron en la bandera durante el gobierno de Bolívar, y también hubo posteriores modificaciones, con respecto al escudo que debería llevar al centro, ese escudo que sintetiza la riqueza del Perú en sus tres reinos. Muchos años después, durante el gobierno de Manuel Arturo Odría se modificó el uso de la bandera.

El Perú entero ama a su bandera, muere por ella, la patria está representada por este símbolo, que ha servido de paño y de mortaja para sus defensores, que se extraña cuando se vive fuera del país, o cuando a la fuerza se nos priva de ella, como ocurrió en Tacna durante la ocupación chilena, pero ni las amarguras ocasionadas por la chilenización de Tacna y Arica, quebraron el espíritu patriótico de los que nacieron bajo la sombra de esta bandera, que como lo recordaba Violeta Cruz Merino de Muñoz, repitiendo las palabras de Enrique López Albújar, “es más grande y más soberbia, cuando más del suelo se alza".

Cientos de poesías se refieren a la bandera peruana, este símbolo patrio es fuente de inspiración de poetas y de narradores, de articulistas y ensayistas, “la bandera tiene vida, la bandera tiene alma”, sí, así lo sentimos, no solo en las fiestas patrias, sino todo el tiempo, por eso, si fuera necesario, como lo proclamaba Augusto Polo Campos, hagamos simbólicamente, una cadena de manos alrededor de nuestra frontera, de modo que cada peruano, convertido imaginariamente en bandera, sea un permanente centinela de la patria.

Estoy seguro, siempre seguiremos diciendo hasta la muerte, “esta es mi bandera, hermosa y querida, por ella la vida sabremos rendir…”, canción infantil peruana, que tendrá composiciones paralelas en todo el globo terráqueo, porque desde la cuna se aprende a amar a su propia bandera.

 

 

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