ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Cuando me encontré con Carmen Arrese Pachérrez cerradita de luto por una de las calles de Lima, me extrañé tanto al verla sin su habitual vestimenta, que me alarmé mucho, sobre todo, cuando no paraba de llorar inconsolablemente. Sus lacrimales eran verdaderas cataratas, que dejaban como pigmeos a los diluviales aguaceros de 1983. Me imaginaba el diluvio universal, y de tanta lágrima que arrojaba como chisguete de carnaval, yo me sentí como un Noé sobre una barca.
Carmen Arrese lloraba y lloraba sin parar, y a sílabas entrecortadas me repetía: SE FUE, SE FUE. Todavía sin comprender la causa del llanto le pregunté Quién?, y su respuesta, con los ojos que parecían un Iguazú, me dejó perplejo, el difunto era su perrito, la adorada creatura, que había tenido en su pecho desde antes que cumpliera 6 días de nacido, había estirado la pata el día anterior.
Me faltaron palabras para consolarla, toda compungida andaba averiguando si había un registro de defunción para canes, porque quería inmortalizar la existencia de su perrito, mascota que según ella, valía más que muchos humanos, aseguraba que al perrito solo le faltaba hablar, pero que ya tenía manifestaciones monosilábicas propias de las personas, porque a ella nunca le decía GUAU GUAU, sino MA MA MA MA. Frente a lo inverosímil me reto, asgurando que tenía grabaciones, y hasta me repitió que Petito Peña, Luisa Chulli, Iris Ruiz Merino y Maby Olaya, lo habían escucho ladrar, mejor dicho, decir MA MA MA MA. Eso me hizo sospechar que la primera vez que lo trajo a Lima le operaron las cuerdas vocales, y lo dejaron sin amígdalas, que otra explicación podía tener frente a un perro que no ladraba, sino que ensayaba a ser hijo de tan respetable señora.
Ya Carmen había salvado a su perrito ma ma ma ma, cuando una vez lo atacó el pit bull de una vecina, la fiera lo dejó casi muerto, y ella de tanto refregarlo sobre su pecho llorando porque lo creía muerto, lo revivió, pero esta vez le ganó la parca, y por más que quiso, el perrito pasó a mejor vida. Ese día la encontré por la calle Camaná, estaba buscando a Lucho Repetto, el presidente de la Red Peruana de Cementerios Patrimoniales, para que le den un rincón para llevar al fallecido can al Presbítero Maestro, no creí que a tanto llegara su locura, querer humanizar a su mascota, hasta el punto de llevarla a un camposanto, menos mal que Repetto había viajado a Guayaquil.
El llanto bajó de ritmo e intensidad, cuando le propuse ir a comer un cebiche, se olvidó de la pena, porque con el estómago no se juega alcanzó a decir. Que contraste, porque el día de la defunción se arrancaba los pelos y se tiraba al suelo, ha llegado a tanto su dolor, que guarda pequeños mechones de su adorable can, porque no hubo tiempo de embalsamarlo lleno de pasas y bombones como era su deseo. Me enteré luego, que sus dolientes amigas Maby Olaya y Luisa Chulli ya le expresaron sus condolencias por teléfono, también lloraron un instante por el perrito en Sullana. Sé que de igual manera han llorado a moco tendido Iris Altagracia Ruiz Merino, Petito Peña, y Carmen Cruz que ha sido la última en enterarse.
Miguel Arturo Seminario Ojeda/Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán