ERP. Los próximos cinco años de la Universidad Nacional de Piura son cruciales para preservar el licenciamiento obtenido con mucho esfuerzo pero con visibles ausencias. Escasa investigación, urgente mejora del sistema de gestión de la biblioteca, falta de publicaciones en revistas indexadas e inexistencia de producción editorial. Las universidades publican el producto de sus investigaciones en ciencias aplicadas y la creación intelectual de sus humanistas reputados. En la producción intelectual edita, se reconocen los derechos morales del autor y los derechos patrimoniales que prestigian al centro de formación auspiciador.
Como señala la Resolución del Consejo Directivo N°058-2019-SUNEDU/CD que otorga el licenciamiento “la presente resolución no exime a la UNP de cumplir con las Condiciones Básicas de Calidad exigidos por SUNEDU”. La licencia se extingue en un plazo de seis años en los que debe cumplirse estrictamente con las exigencias de calidad. En efecto, si la academia no mejora su desempeño en estas demandas críticas la licencia se pierde irremediablemente. Por eso asiste una enorme responsabilidad a los docentes y estudiantes al momento de la elección rectoral.
Necesita la UNP simplificar la frondosa burocracia y brindar oportunos y eficientes servicios académicos. La vigilancia responsable del cumplimiento docente y los servicios académicos a los estudiantes es una necesidad. Pese a las dificultades presupuestales la UNP dispone de modernas edificaciones que tiene que mantener con una seria política de mantenimiento preventivo. Los servicios higiénicos, por ejemplo, son una premisa elemental de lo bien o de lo mal que se conduce una administración. El aseo dice mucho de una institución, el desaseo convive con el mal manejo de las cosas. Decía el arquitecto Eduardo Orrego refiriéndose a la administración pública –ahí donde no funcionan los servicios elementales la administración está peor-. El aseo del campus es obligación ineludible.
El bienestar universitario no es una oferta para el contentamiento estudiantil. Sino el uso racional de los recursos sin menoscabo de los servicios académicos prioritarios. La autoridad y el orden van a la par con la saludable erradicación de malas prácticas que desprestigian a la universidad. La Defensoría Universitaria no es un apéndice del organigrama sino un canal de confianza para las denuncias y legítimas demandas estudiantiles. El propósito fundamental de cualquier universidad es formar personas con el despliegue de sus capacidades intelectuales y humanas. Personas responsables y sensibles a las necesidades de sus familias y de la propia sociedad.
En tiempos de la posverdad advierte Ralph Keyes (2004) el engaño es una característica de la vida actual. Y en materia de educación la oferta académica puede convertirse en un próspero negocio de venta de chicharrones de sebo sin ningún beneficio para la inversión en educación de los padres de familia y el tiempo dedicado de los propios estudiantes. La calidad se mide por resultados. Son los propios estudiantes los que ponderan el buen desempeño o la negligencia docente. Su evaluación tiene que ser acogida por las autoridades responsables.
Por eso los procesos electorales en la universidad tienen un costo social más allá de las consecuencias políticas. La educación, la generación y la difusión del conocimiento van más allá de las eventuales demandas laborales internas que perturban la vida académica. La transparencia total de los procedimientos administrativos, evaluaciones y trámites entrampados por la burocracia es una urgente necesidad. Menos papel y mayor eficiencia con celeridad administrativa posibilitan cambios notorios.
Las universidades hoy no sólo se ponderan por las estadísticas de sus egresados a largo plazo sino por su colocación laboral y los retornos a mediano plazo de la inversión en educación. La oferta académica formativa tiene que responder a las necesidades de la sociedad. Está supeditada a la realidad económica del territorio y a sus prioridades inmediatas. Poblaciones que no disponen de agua potable, sistemas deficientes de recojo de basuras, el desmesurado crecimiento urbano. El cambio climático y la marginalidad que gatilla la inseguridad ciudadana requieren de una universidad que no siga haciendo más de lo mismo. Ofertando sebo de culebra por encima de la fragilidad estructural que perpetúa la desigualdad a la vuelta de la esquina.
Hay quienes no entienden los severos impactos de la ingobernabilidad y la violencia que acompañan el delito y otras motivaciones subyacentes y piensan que las preocupaciones de la universidad son ajenas a la cruda realidad. Y no es así. Una universidad vigorosa requiere movilizar y promover su capacidad de investigación empezando por el examen de su realidad circundante aportando soluciones a sus urgentes problemas. Por eso la tarea formativa se desnaturaliza sin la tarea investigativa. Sin la lectura crítica, el buen leer y el buen escribir no son atributos decorativos. Dicen mucho del que sabe y enseña.
En la sociedad del conocimiento la universidad cumple una función primordial. Es un recinto abierto a las fuentes del conocimiento y constituye según Boisier (2004) parte esencial del capital cognitivo (dotación de conocimiento científico y técnico) y capital cultural (acervo y actitud ante el desarrollo) de un territorio sobre el que se cimientan el capital cívico (confianza institucional), el capital institucional (catastro y tejido institucional) y el capital social (recursos morales) de una sociedad frente a los desafíos del desarrollo.
De modo que esta elección no es un proceso más de la democracia representativa sino un repensar reflexivamente el futuro de una universidad que es patrimonio de Piura. Hay quienes creen que es más de lo mismo. Y sucede lo que acontecía en Atenas en donde se llamaba “idiotas” a quienes se desentendían de la política. Para los griegos la política era la más noble de las ocupaciones y no un menester de desocupados en busca de votos. Por eso es necesaria una elección serena y repensada. Jamás una idiotez aleve.
Diario El Regional de Piura