ERP/N.Peñaherrera. Anteayer, tuve que ir al Banco de la Nación –esquina san Martín y Junín- para retirar un giro que me hicieron.
Iba con alguien más, y lo primero que notamos era la cantidad de gente en la cola de atención preferencial y la fluidez de las otras colas.
Como debes saber (espero), las colas de atención preferencial están pensadas para personas que tienen algún tipo de discapacidad, mujeres embarazadas o personas de la tercera edad.
El caso es que en la cola había gente joven y rozagante que no parecía calificar dentro de alguno de estos requisitos. Es más, siempre había una tía al acecho, metiéndose al primer lugar de la fila, y al diablo quien estuviera justo frente a la ventanilla.
Ni el cajero ni el vigilante controlaban la situación.
Minutos después, por un problema de cuentas, tuve que depositar lo girado en una cuenta de una de las cajas de ahorro que están unas cuadras arriba en la San Martín.
Haciendo a un lado que el espacio es más pequeño, hay una persona encargada de cuidar el flujo de la concurrencia, y en el caso de la ventanilla de atención preferencial, realmente verifica que se cumpla con los requisitos que arriba mencioné.
La diferencia del Banco de la Nación con esta caja es casi nada: las dos fueron fundadas por entidades públicas, y en ella se guardan fondos tanto públicos como privados.
Entonces, si sustancialmente no hay mucha diferencia, ¿por qué la vocación de esta caja (y de otras cajas) sí es cumplir la ley?
No es la primera vez que el Banco de la Nación es señalado por tener ciertos tratos presuntamente discriminatorios.
Cuando estudiábamos el racismo en el Perú, esta entidad fue señalada por tener un trato diferenciado entre personas cuya vestimenta parecía de la ciudad y del campo, repartiendo humillaciones entre el segundo grupo.
Sullana no escapó a las acusaciones, aunque nunca fueron documentadas.
Si las cámaras de seguridad no muestran el episodio, lamento decirles que tengo un testigo, así que no invento lo que escribo, por si acaso.
Ya es hora de que las entidades públicas que brindan servicio al público dejen de creer que, porque tienen sueldo asegurado a fin de mes, pueden tratar mal a la gente.
Si quieren revisar sus protocolos y enmendar las cosas, a buena hora; pero si no, no se lamenten si luego entran en los rankings de impopularidad.
Como siempre dicho, mucha gente aspira al primer mundo, pero qué lejos está, siquiera, del cuarto... mundo, quiero decir.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)