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Vie, Nov

Cómo el Perú puede convertir un tumbito en un tsunami

Nelson Peñaherrera
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ERP.  Hace exactamente una semana, un vecino en la calle de atrás, si el sonido no nos engaña, organizó una fiesta o algo que se le parece. Digo, si contratas una sonoteca a todo volumen con un animador con una vocación frustrada de cantante (tampoco lo hace mal), y evidentemente está motivando a una concurrencia con una variopinta selección musical por cinco horas, evidentemente estás en una fiesta… salvo que sea un ‘casting’ de animadores de sonoteca.

Por Nelson Peñaherrera Castillo

Ignoro quiénes, menos cuántos, fueron, pero suponer que en la reunión hubo gente conversando con doble mascarilla a metro y medio de distancia teniendo en cuenta el elevado volumen del equipo es, por decirlo menos, una utopía sanitaria que no debería importarnos bajo otras circunstancias, pero cuando tienes a personal y funcionarios de Salud diciendo una hora sí y otra también que se viene una tercera ola de la Covid-19 al Perú, sí debería, al menos, alzarte una ceja.

Salvo que tal declaración tenga como metamensaje “dame más plata por concepto de emergencia sanitaria”, y ahí sí tendríamos que ver otros indicadores como eficacia y eficiencia del gasto público, algo que muchas unidades ejecutoras, especialmente en los niveles regionales, han demostrado tener mucha incompetencia, además de servir de agencia de empleos para terminar favoreciendo a la patota.

Todavía no se me olvida cómo le hicieron el avión acá en Sullana al ahora ministro Zevallos, entonces congresista de oposición, a quien prometieron corregir unos contratos para personal de salud, cosa que jamás pasó. Sigamos.

Leía el borrador de un documento interno que me alcanzaron para revisión sobre cómo la pandemia se fue gestando desde su anuncio cuasioficial en diciembre de 2019 y la forma cómo se expandió por el planeta a la velocidad de un parpadeo, y lo que se concluía era que la clave para controlarla era reducir sostenidamente el incremento –o sea, convertirlo en un decremento—de casos nuevos cada 24 horas.

Por lo tanto, si menos gente se enferma, menos gente muere. Y la clave para que ese crecimiento negativo suceda, depende de la comunidad, o sea, tú y yo. El mismo documento interno indicaba que, precisamente, una de las razones por las que esos indicadores en algún momento estuvieron fuera de control se deben en parte a la misma conducta de la comunidad que quiso entender a su manera el término “reactivación”.

Mientras en los papeles oficiales, ésta se interpretó como el relajamiento de medidas sanitarias para que la gente busque fuentes de sostenimiento que fueron afectadas debido a los encierros, en nuestro país obligatorios, muchas personas la interpretaron como salir de parranda con la familia y amigos hasta las últimas consecuencias… personal de salud incluido, y no se me hagan los santitos que casos sé de fuente directa.

Y en este punto, seamos descarnadamente honestos y honestas: si algo extrañas de la antigua normalidad es que puedas irte al primer sitio que encuentres a tomarte tus chelas, si es que son chelas, muchas veces poniendo en riesgo tu quincena. Sí. ¡Para qué nos hacemos los ofendidos y las ofendidas? Si algo se ha reactivado y de manera exponencial son los restaurantes que, muchas veces, están llenos a reventar.

Y díganme que la venta de cerveza no se ha elevado. ¡Acaso no hay negocio de emergencia más rentable que vender chela (y afines) a los vecinos, amigos y contactos de redes sociales? ¿Ya pues!

Teniendo en cuenta que todo ha subido de precio, y los restaurantes han encarecido sus cartas, la pregunta que cae de cajón es: ¡y dónde está la tan mentada crisis económica por la que baloneamos al nuevo gobierno? Porque todos los días escucho en la radio a gente quejarse que ahora se compra menos en mercados y supermercados debido a la carestía… ¡entonces, y los restaurantes a lleno total, al menos en Sullana?

No digo que evites tomar tus cervezas o tus vinos o tus piscos, o que salgas a comer fuera de casa (menos mal, aún se puede hacer), pero sí sería bueno tener un mínimo sentido de coherencia antes de levantar el dedo acusador, o de quejarse cual boceto de melodrama facilongo.

Lo que digo es que incluso para disfrutar cualquier tipo de libación y/o placer espirituoso, las reglas de cuidado personal aplican exactamente lo mismo; claro que si pierdes el control y te embriagas, ya entras a una suerte de ruleta rusa. ¿Pero que quede claro que no es culpa de las autoridades, ni del ministro, ni menos del presidente!

Se supone que la vacunación está avanzando, digo avanzando en reducir el rango de edad: ya estamos entrando a los treintañeros (en Tacna, los veinteañeros). La teoría demográfica nos dijo hace tres meses que habría un cuello de botella en cuanto ampliamos la pirámide poblacional, y quizás no habría vacunas suficientes para cubrir a todos y todas (la llegada de los lotes era aún incierta, entonces).

La realidad actual es que sí están llegando los lotes, pero los vacunatorios están mayormente vacíos incluso los fines de semana, cuando se supone que la gente está más libre. ¿Dónde están mis amigos no los veo? ¿Dónde están mis hermanos no los hallo? No se necesita bola de cristal para que, basándonos en lo que te voy exponiendo en esta columna, deduzcamos con poco margen de error dónde podría estar la gentita. Pero no es la única sombra en el cuadro.

Por un lado, tenemos serios problemas de comunicación en todos los niveles de Salud, desde el ministerio hasta las direcciones subrregionales a nivel nacional, por las que hay mucha información confusa sobre tiempos y lugares, la que se confunde más cuando le preguntas a cada persona en un vacunatorio, y cada quien tiene una versión completamente distinta.

Por otro lado, están los anómicos y teóricos de la conspiración (léase quienes siguen creyendo que la vacuna trae chip) que han desarrollado la falacia del superhombre o la supermujer, y alucinan que con una dosis ya están protegidos y protegidas, cuando la verdad de la primera inyección es que simplemente sirve para que el cuerpo aprenda a reconocer al patógeno.

Mucha de esta gente no está acudiendo a una segunda dosis por la causa que sea, desde esa falacia hasta el hecho que llegan al vacunatorio y resulta que está cerrado o ya se desabasteció (sí, la gente de Salud ha demostrado que como administradora y comunicadora es buena aplicadora de vacunas) tenemos usuarios y usuarias que no completan el esquema. Y la segunda dosis te sirve para que, ahora que tu cuerpo ya reconoce al patógeno, sepa cómo contenerlo.

Ya, no hablemos de quienes simplemente han rehusado aplicarse cualquier dosis y no se pondrán ni media asumiendo que la salvación adviene de Andrómeda. Desafortunadamente, son un riesgo sanitario andando, más alto que quien solo tiene una dosis, y mucho más alto que quien teniendo hasta tercera se comporta como si estuviéramos en diciembre de 2019.

Dicho todo esto y en un contexto de una tercera ola (quinta en España, según oí en las noticias) en camino, la fuerza con que nos golpee, nuevamente, va a depender de cuán en serio nos lo tomemos, y qué hagamos al respecto.

Si queremos seguir en modo livin’ la vida loca, sí, vamos a gozar pero nuestra vulnerabilidad sigue incrementándose; en oposición, si nos protegemos no por miedo sino por respeto a nuestras vidas y las vidas del resto, seguiremos viviendo para disfrutar lo que ya es la nueva realidad.

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Diario El Regional de Piura
 

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