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Vie, Nov

Sí, la encuesta falló; ¿pero fue adrede?

Nelson Peñaherrera
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ERP. Esta semana pude entrevistar al doctor Fernando Huamán Flores, director del Centro de Investigación en Opinión Pública de la Universidad de Piura, para recontar figurativamente los daños del proceso electoral del 11 de abril, y en lo personal me ha resultado esclarecedor no solo sobre los resultados nacionales sino sobre muchos prejuicios que las campañas y yo, como periodista, hemos tenido respecto al camino hacia el Congreso de la República.

Por: Nelson Peñaherrera Castillo

No pretendo usar esta columna para reseñar qué me dijo Huamán y qué le dije yo al detalle; en todo caso, el enlace del video aparecerá cuando menos lo esperes, mientras lees, para sacar tus propias conclusiones. Lo que pretendo hacer esta semana es compartirte mi propia visión del asunto.

Primero, somos expertos en comentar encuestas. O sea, olvídate de la fórmula de la muestra y toda la ficha técnica. Cual pelícano al pescado, todos y todas nos hemos ido a la disputa de la cifra resultante, pero pocos y pocas hemos reparado en determinar por qué salió 20 lo mismo que 30.

Mucha gente, con algo más de avispamiento, trató de aferrarse con uñas, dientes y DNIs al margen de error, es decir el rango de porcentaje hacia arriba o hacia abajo por el que cualquier resultado en una consulta puede pecar de imprecisión. El dato es válido, pero Huamán dice que por ahí no va el análisis. No al menos en el contexto de una campaña política en plena pandemia.

Lo que al experto le sacó canas y ojeras era el nivel de representatividad, que no solo es otro porcentaje en la ficha técnica, sino la metodología que permite garantizar que la muestra seleccionada refleje los distintos contextos en los que vivimos. Si quieren ejemplos, insisto, en cualquier momento a lo largo de esta columna les dejaré el enlace del video; mientras tanto permítanme seguir mi catarsis electoral. Y parece que aquí está la razón de por qué esta vez muchas encuestas no la chuntaron con los resultados.

La explicación condescendiente podría ser que, bueno, como el virus de la Covid-19 anda deambulando por ahí, como que no era fácil barrer hogares y sentarse junto a un entrevistado o entrevistada a aplicarle una encuesta. “Bien hecha, nunca falla”, me aseveró Huamán; pero falló, y esto abre a la explicación crítica: que la metodología de la encuesta telefónica, que en países más desarrollados pesa igual que la encuesta cara a cara, habría pasado por alto un detallito técnico. Cosita de nada.

Aunque las comparaciones son odiosas, y sé que si esto lo lee Pedro Castillo o su fanaticada (que curiosamente desde el 11 no ha criticado las encuestas), le va a salir erisipela, en lugares como los Estados Unidos esta consulta es más precisa porque las empresas de allá, que son exactamente las mismas que acá (Ipsos, verbigracia), tienen a mano una base de datos construida sobre teléfonos fijos. Sí, allá todavía se usan.

El ‘home telephone’ responde a una dirección, una ubicación estática. Entonces, cuando la empresa quiere mapear su representatividad, es papaya porque, además, en los países desarrollados existe la costumbre de que los usuarios actualizan su información personal frecuentemente, por lo tanto eso se cruza con sus declaraciones de impuestos, números de seguro social, e incluso rango anual de ingresos económicos, y todo está actualizado casi al minuto. Bueno, con algunos días de retraso. Por supuesto que la chamba es hecha por un robot, pero el algoritmo es predecible.

En Perú, si esos parámetros estuviesen claros, probablemente habrían conferido cierto nivel de precisión a la representatividad de las encuestas, pero comencemos por anotar que los teléfonos fijos son especies en vías de extinción, y lo común es tener un teléfono móvil (a diferencia que hace 30 años, cuando lo raro era tener un celular), y solo ese dato ya nos pone el asunto de la ubicuidad bajo cuestionamiento.

Ya mejor ni hablemos de las actualizaciones de datos, que si algo puede decirnos el regulador es si el aparato está a nombre de tal o cual persona, pero no garantiza que también sea el usuario (no es lo mismo aunque parece), y peor aún que la información sea veraz con una ventana de tres meses cuando menos.
Piensa en tu propio caso: te sacaste un Smartphone en un plan con tu papá y familia, y todos los recibos (si los pagas) salen a nombre de tu papá; pero a lo mejor ya no vives en la misma ciudad. Listo. Adiós representatividad. ¿Por qué? Porque una cosa es vivir en un contexto A y otra muy distinta es hacerlo en un contexto Z; por lo mismo, el entorno condiciona tu respuesta: sociología a nivel principiante, le dicen.

Solo para graficarlo como ejemplo: en mi casa es célebre la bronca que tengo con una conocida tienda por departamentos que durante dos meses, todos los días y cada tres horas, se la pasó llamando a mi celular preguntando por una persona que no conozco. Y lo triste es que ni siquiera soy cliente de la bendita tienda. A pesar que mi reclamo llegó hasta su matriz en Chile, demoró otros largos dos meses hasta que actualizaran la base de datos local. Igual, se la tengo jurada.

¿Cuál es mi punto? Que en Perú es sencillo falsear los datos del usuario, la operadora se lo cree, el regulador también se lo cree, los clientes de la operadora (a quienes vendió la base de datos) dan por verificada la lista… y surgen los equívocos. Insisto, Ripley, yo no soy Carmen Salinas… aunque me encantaría tener su cuenta bancaria. Sigamos.

Ahora bien, ¿esto lo sabían las empresas encuestadoras? Probablemente sí, y digo probablemente porque tienen derecho a presumir su inocencia aunque todo el contexto no lo garantice. Y si lo sabían, ¿por qué lo hicieron? Creo que aquí está el punto de discusión: si porque no tenían otro recurso, o porque siempre lo hicieron a la maldita sea, ya es un tema que sí tenemos que saber porque si, como dice Huamán, las encuestas son capaces de predecir comportamientos cuando están bien hechas y este año no lo hicieron, algo aquí se hizo mal.

¿Quién debe ponerle el cascabel al gato? Cualquiera menos los poderes políticos (y menos los candidatos perdedores como Acuña y su propuesta de intervención a las encuestadoras) porque, sabemos, cuando algo no les conviene son capaces de inventarse cada disparate legal que luego no tiene pies ni cabeza, y tiene que irse al Tribunal Constitucional para que le enmienden la plana.

En todo caso, yo sí creo que la misma industria de las encuestas tiene que sentarse, sincerarse, corregir y replantear (Huamán mencionó la existencia de una ley que se mantuvo vigente menos de una semana). Nuestras empresas de análisis de mercados son realmente buenas; entonces tampoco se trata de mandarlas al paredón, sino de llamar su atención para que innoven los métodos de consulta considerando situaciones extremas como una pandemia.

Y digo que son buenas porque cuando hicieron los simulacros de voto, recién apareció el dato que fue muy similar al del domingo 11, pero que no podíamos publicar por la veda electoral, aunque el colega mexicano Fernando del Rincón, en CNN en Español, sí lo pudo banderear por un absurdo problema de jurisdicción legal. ¿Culpa de ese Fernando? No. El otro Fernando, el Huamán quiero decir, tiene una opinión al respecto que vale la pena escuchar y ver en la entrevista que me concedió, y que es la misma que tenemos muchas personas.

Y la otra razón que sustenta mi calificativo de ‘buenas’ es que cuando lanzaron el conteo rápido, por lo menos el de Ipsos, fue el más acertado al resultado al 95,5% de la Onpe, aunque en realidad desde que el conteo oficial estaba por el 90% ya fue posible proyectar con claridad que la bronca, digo la segunda vuelta, sería entre Castillo y Fujimori. Entonces, parece que el error fue metodológico, en principio. Habrá que investigar más a fondo para llegar a mejores conclusiones.
Dicho todo esto, a ti como ciudadano o ciudadana, si algo debe quedarte claro es que la encuesta no es la causa sino la consecuencia; mejor dicho, que sigas analizando propuestas, lo que dice cada campaña, reflexiones a solas y tomes una decisión. Y si alguna encuestadora te la pregunta, claro, tienes el derecho de compartirla o no; pero si le falseas u ocultas el dato, la culpa no es de la encuestadora tampoco. Ojo.

Se vienen días complicados para nuestra democracia, pero va a depender de si el grueso de la ciudadanía que no ha respaldado a los contrincantes del balotaje toman al toro por las astas o detienen al tractor, o se encierran en casita aduciendo riesgo sanitario… aunque bien que han estado en fiestas y pichangas casi todos los fines de semana. Tampoco me vengan. Ah, y antes de que me olvide, aquí está el video: https://fb.watch/4TkevkiiSw/

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Diario El Regional de Piura
 

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