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Mar, Nov

El martillazo, el huayno, la hamburguesa y la papa sancochada

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. La población de Angaraes, Huancavelica, en la sierra centro-sudoccidental de Perú, ha pedido a su gobierno local que el dinero destinado a celebrar el aniversario del pueblo sea reorientado a la compra de tabletas o ‘tablets’ –espero—para que los chicos y las chicas de ese lugar puedan conectarse a sus clases en el sistema no presencial mientras continúa la restricción de reunirse en grupos debido al nuevo coronavirus.

Como se sabe, con tal de prevenir los contagios, el gobierno peruano decidió suspender las sesiones de aprendizaje en modalidad presencial y pasó a un novedoso sistema que utiliza la radio y televisión públicas, la Internet y hasta las emisoras de altoparlantes en las comunidades más alejadas, con una tímida colaboración de la radiodifusión privada a pesar que la ley las obliga a poner sus señales al servicio del Estado en situaciones de emergencia, porque el espectro radioeléctrico es propiedad pública.

El gobierno también prometió que en aquellos lugares donde las señales de radio, televisión o telefonía no tengan cobertura, iba a dotar de ‘tablets’ con Internet satelital a más o menos un millón de estudiantes de educación básica regular, lo mismo que a algunos de sus docentes. Ya estamos julio y no hay ni un pobre y triste circuito integrado a la vista.

Volvamos a Angaraes, Huancavelica. En Perú, que es un estado unitario (aunque a algunos gobernantes regionales o locales se les olvide), la ley impide que una autoridad del nivel que sea destine por propio criterio el dinero que originalmente se presupuso para una cosa a otra diferente, no importa cuán diferente sea. Si ello llegara a ocurrir, la autoridad, o quien tome la decisión y encima la ejecute, enfrenta un delito llamado malversación de fondos.

Incluso si se tratase de una emergencia, la autoridad necesita un consentimiento expreso del Ministerio de Economía y Finanzas para hacer que el dinero destinado a un tema A se pase a cubrir un tema B. El candado se puso porque durante muchos años, especialmente en las municipalidades, se solía tapar los forados financieros de un lado con la plata prevista para otra cosa, y de ese modo muchas obras o actividades de importancia simplemente se quedaban sin un centavo, postergadas.

En la actualidad, apenas mueves una uña y Contraloría General de la República se da por automáticamente enterada esperando a ver si también metes toda la mano, y el resto es historia. O mejor dicho, te conviertes en historia. Y después por qué florecen las carreras de Derecho Penal. Bueno, sigamos.

Dicho sea de paso, las autoridades están obligadas por ley a informar cómo están utilizando la plata que tienen en caja ahora mismo, o la que es enviada desde Lima, mediante los portales de transparencia. Incluso el mismo Ministerio de economía y Finanzas permite rastrear mediante su sitio web cada monto desde su origen hasta su gasto, y al detalle incluso.

El pedido de Angaraes suena particularmente interesante: estás demandando que el dinero destinado para algo que, hasta cierto punto, es accesorio por donde se le mire se pase a algo que es necesario, insisto, en teoría. Y digo ‘en teoría’ porque si la ‘tablet’ va a servir para que el chico o la chica no pierda el Año escolar, chévere; pero si va a servir para que luego la veamos en Facebook Marketplace, mejor que esa plata no se mueva para nada o que revierta al fisco.

Pero seamos positivos y pensemos que el pedido en cuestión realmente vaya para favorecer la educación escolar. Si esto es así, habría que felicitar a Angaraes con alguna medalla de peso nacional porque sería una de las pocas comunidades del Perú que realmente exige que los fondos públicos vayan a algo llamado necesidades básicas.

Y lo digo porque para nadie es secreto que mucha gente a pesar que se le recalca que mecanismos como los presupuestos participativos no financian obras cosméticas en nuestras comunidades, no falta el dirigente que voz en cuello (como si gritar significara que tienes la razón) hace su pataleta para que la municipalidad viole la ley. Allá el alcalde o la alcaldesa que cede al chantaje con funcionarios y todo.

Dicen los entendidos que uno de los efectos de la crisis por la pandemia del nuevo coronavirus es que mucha gente ha aprendido a valorar lo necesario y usarlo para vivir. Muchos y muchas conocemos a la cantante puertorriqueña Olga Tañón, al margen de si te gusta o no su música (a mí sí, pero ésa no es la discusión ahora). . Durante la primera etapa de la pandemia, usó Facebook Watch para compartir entretenidos videos en los que ella enseñaba cómo cocinar platos de casa, recontrasencillos, o –el que más me conmovió—cómo tener un huerto en tu propio jardín. Sí, ahí veías a la Tañón enseñando cómo transplantar un pimiento, literal.

Una de las cosas que la artista marcaba mucho en sus miniproducciones era que “cualquiera puede hacerlo”, y ese mensaje poderoso asumo que habrá animado a sus seguidores y seguidoras a cultivar pimientos, o zanahorias, o lo que fuese en su jardín, y tener alimento fresco y saludable mientras los casos por Covid-19 se disparaban en los mercados de abastos. “Y el mundo se enfría cuando tú no estás”, ¿no?

Te convenza o no, la pedagogía, voluntaria o involuntaria, detrás se basaba en valorar lo necesario y lo simple. ¡Listo! Punto a favor porque lo necesario y lo simple es lo que resuelve nuestra vida. Sí, yo sé que la tecnología hace una buena parte, pero incluso la tecnología más eficaz es la que te resuelve la vida de manera más eficiente, es decir la que apoya o abrevia todas las cosas que haces en la menor cantidad de pasos posible.

Reconozcamos que el mundo prepandemia estaba altamente marcado por pasarnos el tiempo, la vida y el dinero navegando en lo accesorio, lo superfluo, lo vanal, lo que llena pero no alimenta. No digo que sea malo, solo digo que es accesorio, superfluo y vanal, nada más. Claro que si esta era tu prioridad en vez de apuntar primero a lo necesario, en realidad era malo para ti; pero si esto venía a tu vida luego de satisfacer lo necesario, normal, no tienes por qué sentir remordimiento: lo bailado y lo bebido, nadie va a quitártelo.

angaraes

Para quien no entienda la figura, recurramos al viejo ejemplo de la hamburguesa y la papa sancochada: ¿cuál es mejor? Si contestaste la papa sancochada vas por buen camino, porque no solo llena, también nutre; la otra opción llena, pero en vez de nutrir te añade colesterol malo, salvo que sea parte de una dieta en la que también está la papa sancochada, y siempre que no sea lo predominante.

Claro que la pandemia nos trajo una nueva forma de llamar a lo necesario y lo accesorio; le puso ‘esencial’ y ‘no esencial’, respectivamente. Lo primero es lo que necesitamos forzosamente para que nuestra vida continúe: alimentación, vivienda, salud, educación, vestido (decoroso, no de lujo), información (real y verificada). Lo segundo simplemente llena nuestra vanidad o nuestro gusto, y aquí el abanico es amplísimo.

Y lo que aprendimos durante la emergencia es que el concepto de lo esencial se pone más angosto especialmente si tenemos que inmovilizar gente. Pensemos en los llamados ‘empleos esenciales’, actividades humanas que sí o sí hay que hacer, de lo contrario nuestra vida sería un caos completo. Sí, la pandemia también nos ha planteado una novísima división del trabajo.

Aunque también hubo de lo otro. Hasta ahora, recibimos constantes noticias sobre gente que, desobedeciendo las reglas de aislamiento social y restricciones de reapertura se reúne para tomarse unas cervezas o, como lo contaba la semana pasada, jugar fulbito. Mirémonos en el espejo de Miami, Estados Unidos, que a decir de la propia gente del sur del estado de la Florida, es el nuevo epicentro mundial de la pandemia.

Es chocante ver cómo la gente se desespera por salir, aglomerarse, no usar mascarilla, e incluso organizar fiestas en las que te pagan si te contagias (que me recuerda a las llamadas fiestas semáforo), mientras su sistema de salud ya está saturado.

El acabose será cuando veamos a la gente morir en las calles. Con las autoridades que tienen, no es un escenario tan alucinado, les diré. Y esta imagen pone otra vez el acento entre lo necesario y lo accesorio, entre la protección y la diversión, entre la conservación inteligente y el entretenimiento temerario.

Volviendo a Perú, es cierto que todo el mundo tiene derecho a trabajar en lo que mejor sabe hacer, y qué bueno que lo haga; pero también sería bueno analizar –y esto ya suena a disco rayado—cuál es nuestra capacidad de adaptarnos a los cambios y responder a ellos satisfaciendo lo necesario sin disfraces.

Interesante lo de Angaraes. Veamos en qué termina. Insisto que si las intenciones son transparentes y se enfocan en lo necesario, ¡punto para la población! Pero sería bueno que consulten al Ministerio de Economía y Finanzas cómo revertir el uso del dinero a otro concepto para no salirse de la ley, y que el beneficio que tal medida persigue, realmente llegue a quienes lo necesitan. Si esto es así, ¡qué buen ejemplo! Valen un Perú.

[Opina en mi cuenta de Twitter @nelsonsullana usando el hashtag #columnaNelson]

Diario El Regional de Piura
 

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