ERP. (Por Nelson Peñaherrera Castillo) Conversando en la mesa sobre todos los casos aún en investigación respecto al asunto Lavajato, y por los que se están pidiendo prisiones preventivas o se negocian acuerdos de colaboración a cambio de aminorar penas, parece existir una tendencia que en los últimos años han adoptado todos los implicados, sean o no culpables: optar por el Ecuador como refugio o como escala para abandonar Sudamérica.
Revisemos las noticias y tomemos el caso del conocido ex juez supremo César Hinostroza. Tras hacer toda una ruta por tierra desde Lima, llegó hasta Aguas Verdes, Tumbes (casi 1300 kilómetros). Como lo vimos en un video difundido a nivel nacional, no se hizo mayor esfuerzo por retenerlo,, pasó a Huaquillas, El Oro (ya en Ecuador), luego a Guayaquil, y de ahí partió a Europa por avión y sin escalas.
Otros peruanos acusados de diversos delitos como exstorsión, violación y violencia de género, o narcotráfico tienen una predilección especial por Salinas, Santa Elena, para ocultarse a vista de todo el mundo. Si bien es cierto la colaboración de la policía ecuatoriana ha sido óptima para capturarlos, la reacción de las autoridades peruanas muchas veces ha permitido que esta gente se libre de la jurisdicción de nuestra justicia ccomo quien salta rayuela. Así que si hay que acusar a alguien, acusémonos de primera mano porque Ecuador sí hace bien su chamba, hasta ahora.
Lógicamente que en la desesperación por evadir a la justicia peruana, esta gente sospechosa de faltar a nuestra ley no es que se le apareció un ángel, le llegó el vientecito de la rosa que ya conocemos, o es que siguieron la brújula. Es obvio que su abogado o abogada, al ver que el defendido es indefendible, pudo haber aconsejado que lo mejor sería cruzar la frontera, donde nuestra justicia ya no tiene autoridad (porque es otro estado), a menos que Interpol lance un alerta internacional y la cosa cambia; pero hasta que eso suceda, transcurrió tiempo valioso.
¿Y por qué Ecuador parece ser el destino favorito de nuestros presuntos delincuentes? Revisemos ciertos datos geográficos (Geografía es una vieja ciencia que consiste en estudiar el entorno en el que vivimos desde el punto de vista del relieve, la historia, la población y ciertos fenómenos como el clima, digo, por si alguien cree que es un arcaísmo).
Guayaquil tiene un activo aeropuerto internacional, uno de los dos que ecuador posee además del de Quito. Obviamente que llegar a la capital ecuatoriana es toda una jarana, pero no a su ciudad costera más importante. Desde Piura, donde tenemos un aeropuerto, hay unos 550 kilómetros, que se salvan entre siete a ocho horas de viaje por carretera. Son 120 kilómetros menos desde Talara, donde tenemos otro aeropuerto, o sea 430 kilómetros o cinco a seis horas por carretera. Desde Tumbes, donde tenemos otro aeropuerto, son 290 kilómetros menos, o sea 260 kilómetros o tres a cuatro horas por carretera. Desde la frontera son dos a tres por carretera.
Y tenemos otra opción: la ruta a Macará, Loja, 145 kilómetros desde Sullana, 185 desde Piura, dos a tres horas por carretera según de dónde salgas, aunque esta opción es poco práctica, porque igual tendrías que hacer otro largo recorrido de tres a cuatro horas hacia el oeste en busca de Guayaquil, si vas por carretera, porque en el mismo Macará hay la opción de que esperes un vuelo, puesto que tiene pista de aterrizaje.
Otra opción más es que tomes la ruta de Alamor (a la que se puede acceder por Querecotillo o por la carretera del Alto Chira), con distancias parecidas desde Sullana o desde Piura, aunque con la diferencia de que una vez que ya toques Ecuador, Guayaquil está más cerca.
Me olvidaba. En la ruta a Macará, puedes desviarte al norte de Las Lomas, llegar a La Tienda, comunidad de Pampa Larga (distrito de Suyo), y cruzar a Zapotillo, Loja, que ya es Ecuador. Ya, si quieres ser muy sofisticado, tienes todo el tramo a Espíndola o Aragoto con escala en Ayabaca, pero es larguísimo aunque más “caleta”.
Por supuesto, en todos los casos, el reto será cruzar el límite internacional sin que las autoridades te detengan, aunque fuentes me informan que también podrías pasar al estilo “mojado” y no faltará un “coyote” que te guíe cómo cruzar de ida o de retorno. Por lo menos, a lo largo del río Zarumilla, ése es el nuevo rentable empleo al margen de la ley.
Entonces, las posibilidades de fuga, evasión, elusión, incursión, escabullida, salto de mata, turismo irregular, o como quieras llamarle son amplísimas.
Ya hace años que la oficina de la Defensoría del Pueblo en Piura había llamado la atención sobre la porosidad de nuestra frontera internacional. A diferencia del resto de nuestro borde con el Ecuador, Tumbes y la costa de Piura son pasos relativamente fáciles. Hay otro en San Ignacio, Cajamarca, y después el resto es cordillera boscosa que termina en una selva frondosa interrumpida por enormes ríos. ¡Esperen! Esto ya lo dije en una columna anterior, ¿no? Bueno, sigamos.
Me resisto a creer –aunque todo puede pasar en esta viña del Señor—que nuestras autoridades no lo sepan: y si lo saben, ¿qué medidas prácticas pueden tomarse?
Cerrar la frontera no es una opción; de hecho, sería la opción más peligrosa porque si cierras los pasos formales, como en todo país latinoamericano, florecerán los pasos informales, además que te traerías abajo una economía que beneficia a la gente de ambos lados del límite internacional, con una dinámica propia que sería suicidio interrumpir. Tesistas, ahí tienen un buen tema de investigación.
Restringir el paso puede servir, pero habría que ponerse de acuerdo con Quito para que la misma melodía se cante a ambos lados de los puestos de control, y podría ser un interesante punto de agenda para el próximo gabinete binacional.
Sin embargo, el problema está dentro de territorio peruano. Cuando los operadores de justicia en general hacen su trabajo negligentemente, o ni siquiera lo hacen, o lo hacen deliberadamente mal (lo que se llama dolo en lenguaje legal), están dando un mensaje tácito a la delincuencia rojiblanca o afincada en el Perú de que salir por la frontera es un tema más de oportunidad que de trámites.
No estoy exagerando. Insisto: si nos ponemos a contar las ocasiones en que capturas de nuestros malos elementos se han dado, siempre ha sido al norte de la frontera peruana, entre Ecuador y, excepcionalmente, Colombia; o bien el primer país ha sido utilizado como trampolín para un escape intercontinental. Y cuando se eligió Ecuador, Salinas parece ser el escondite predilecto.
Tenemos todo el asunto Lavajato que podría tener cierta laxitud en los jueces que, ante la presión de cierta prensa, van a preferir no dar tanta prisión preventiva, quizás una restricción de salida, lo que deja a nuestros presuntos implicados con toda la libertad del mundo para moverse dentro del Perú, llegar a cualquiera de los pasos que les comentaba arriba, y en cuestión de segundos, quizás minutos, hacerse inalcanzables legalmente hablando aunque estén a centímetros de nosotros.
¿Crear nuevas leyes? ¡Si leyes es lo que nos sobra! Lo que hace falta es que se hagan cumplir, y que las partes encargadas de aquello lo hagan con eficacia y eficiencia, es decir, sin errores y en la menor cantidad de pasos y tiempo que les sea posible, siempre con apego a lo que dice la norma.
Por otro lado y del otro lado, Ecuador debería pensar seriamente en que no le hace buena fama ser una especie de paraíso para los sospechosos peruanos, así que, dentro de su legislación, algo tendría que idear para que los controles de acceso sean más rígidos. Y me consta que la policía ecuatoriana tiene un estilo bien interesante de hacerlo, así que por resultados positivos no habrá que preocuparse. No puedo decir lo mismo de la peruana que, ya sabemos, parece especializarse en calentar asiento, jugar al desfile de modas y grabar el trasero de las colegas. Si querían hacerla de modelos, profesión respetable, se equivocaron de institución.
Por supuesto que nuestros acusados e investigados tienen las otras fronteras para evadir a la justicia peruana, pero saben que son viajes realmente tediosos, la gente de esas zonas está más mosca, o las policías de los otros países son menos proclives a dejar que una tortuga se les escape por entre las piernas; dicho sea de paso, fugarse por el Jorge Chávez ya no es negocio porque a los tres minutos, los medios de comunicación ya tienen tu foto en pantalla.
Por lo tanto, repito, el problema no es Ecuador, ni debe resolverse cuando esta gente ya está en ese territorio; el problema tiene que resolverse dentro de Perú. Demostremos que sí podemos; no todo en las noticias tiene que ser malas noticias.
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