Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Un filtro de agua hecho con bambú ha sido el proyecto científico que recibió un premio la semana pasada. ¿Quiénes fueron los artífices de la hazaña? Corrección: ¿quiénes fueron las artífices de la hazaña? Sí, porque todas son mujeres. De hecho, alumnas del cuarto año de secundaria del colegio Vallesol de Piura quienes tomaron un insumo que crece por todas partes del departamento y armaron el ingenio que podría prevenir muchas enfermedades.
Y no es eslogan porque bien sabemos que una de las causas de la anemia que usan tirios y troyanos de la política peruana para golpearse o defenderse mutuamente es la calidad del agua en zonas donde no hay sistemas de purificación o éstos no se usan adecuadamente. El agua cruda está llena de parásitos que, una vez alojados en el tracto intestinal, no dejan que nuestro cuerpo absorba los nutrientes de los alimentos que ingerimos. Así que de nada sirve que le metamos hierro a un niño o una niña si es que al tomar agua insegura, su cuerpo no lo absorbe. Allí radica el impacto de la innovación que las alumnas del Vallesol ejecutaron.
Y si es bueno para la niñez, es bueno para todo el mundo. Lo único malo es que la noticia no se ha diseminado con tanta viralidad como otras historias que solo alimentan nuestra mente medieval y reptiliana, pero que no nos acercan para nada al futuro.
El jueves 11 de abril, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Concytec) hizo hincapié en la necesidad de que el aporte científico de la mujer en el Perú sea visible. Ojo, no dijo más visible sino visible, lo que nos advierte que por alguna razón estaríamos ignorando u obviando lo que ellas hacen para que el futuro y el conocimiento vengan a nuestro alcance.
Afuera, la corriente está tomando fuerza desde hace un par de décadas, pero dentro de nuestro país todavía estamos bien a retaguardia. En efecto, poca gente sabe que hubo más científicas de lo que sospechamos en un segmento histórico entre Marie Curie, la coinvestigadora de la radioactividad natural a inicios del siglo XX, hasta Katie Bouman, la científica de 29 años que escribió los algoritmos que permitieron fotografiar por primera vez a un agujero negro que es tres millones de veces más grande que la Tierra, y que esta semana dejó boquiabierto a todo el mundo.
En terrenos más faranduleros, la actriz estadounidense Gillian Anderson no solo es un referente cultural por su hermoso rostro y su capacidad histriónica, sino porque su personaje, el de la agente especial del FBI Dana Scully, inspiró a toda una generación de adolescentes noventeras a que estudien carreras científicas. En la serie The X-Files (Los Expedientes Secretos X o Archivos X), Scully es una doctora en medicina y física, que precisamente alcanzó su máximo grado académico por una supuesta tesis llamada “La paradoja gemela de Einsten: una nueva interpretación”.
Si pueden ver la serie, les recomiendo el episodio “Redux II”, el segundo de la quinta temporada, donde hay una escena en la que ella nos muestra, entre broma y serio, cómo se hacía un examen de ADN a finales de los noventa. Y, según dicen los chismes de Hollywood, no hubo dobles.
En el Perú quizás tenemos la imagen de María Reiche, la tenaz investigadora de las Líneas de Nazca, en Ica, para quien la teoría extraterrestre de su creación siempre había sido un mal chiste y las consideró una obra que combinó arte, matemáticas y astronomía, ciencias que en la antigüedad se solían practicar con más tiempo debido a que la gente no estaba idiotizada viendo un teléfono inteligente y la aatmósfera terrestre no estaba contaminada por eso que hemos mal llamado progreso.
Sin embargo, no fue la única, sino conozcamos a Ruth Shady, la antropóloga que ha estudiado la ciudadela de Caral, en Supe, Lima, y ha logrado determinar su antigüedad en nueve mil años, cinco mil más vieja que la fecha estimada para los petroglifos de la tradición Samanga, que se diseminan en toda la mitad oriental del departamento de Piura.
Y aquí precisamente en Piura, tenemos a Marlene CastilloFernández, quien ha llevado su curiosidad científica a la agricultura como modelo de desarrollo prioritario para comunidades rurales en todo el Perú, o Elsa Fung Sánchez, la creadora del modelo de educación mercantil que hizo a la Colonización San Lorenzo, la potencia agrícola durante la década de los setenta del siglo pasado. ¿O qué me dicen de las mujeres de los Altos de Frías, en Ayabaca, a quienes se les atribuye un conocimiento ancestral para la selección de las mejores semillas de papa?
Si nos ponemos a rebuscar con un poco más de paciencia, veremos que realmente las científicas en nuestro entorno sí han marcado y siguen marcando hitos. El problema está en que voluntaria o involuntariamente las hicimos invisibles, y eso es algo que tenemos que enmendar tan pronto nos sea posible no porque así quedamos bien y se nos ve de vanguardia, sino porque es de justicia (darle a cada quien lo que se merece).
Aunque, las científicas, y en general todas las mujeres que están innovando también tienen que armarse de un poco de iniciativa y jalarnos la oreja para que nos enteremos de lo que están haciendo y lo que están consiguiendo. Aunque está mal que lo diga, en un mundo donde es complicado bregar en medio de la sobrecarga de información, si no nos tiran la piedrecita a la cabeza, será complicado que caigamos en la cuenta.
Entonces, queda como compromiso no pasar de largo ni hacernos los locos. Lo que ellas hacen en favor de la ciencia y el conocimiento merecen el espacio que se merece no solo porque se trata de ellas sino porque se trata de todos y todas. Se trata de cómo ese futuro mejorado se nos aproxima y nos beneficia sin excepción. Se trata de cómo tomar elementos insospechados y crear enormes revoluciones. Se trata de amor a la humanidad y pasión por la investigación, como las alumnas del Vallesol, que, si consiguen diseminar su filtro de agua, serán unas verdaderas heroínas: salvarán miles, o quizás millones, de vidas. A ver, hazte ésa.
Ah, y casi como nota al pie: si eres una científica que necesita contarle al mundo lo que has innovado o descubierto, escríbenos a
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