ERP/N.Peñaherrera. El martes, un veterano de las guerras que el Perú tuvo que librar recientemente habló por la radio y lanzó dos mensajes perturbadores.
Primero, justificó el hecho de que el ejército peruano presuntamente reclutara niños para combatir al terrorismo puesto que las bandas terroristas hacían lo mismo.
Segundo, señalar sin empacho alguno que había matado a más de 60 personas cuando soldado en actividad.
Debo incluir la queja que este veterano tiene contra nuestro gobierno por no compensarlo junto con sus compañeros, de una forma digna, al punto de indicar que muchos están pensando usar la experiencia adquirida defendiendo a la patria, en la delincuencia de todos los calibres.
Analizando todo el discurso de esta persona, es evidente que tenemos una mente perturbada mentalmente. Como que tampoco hay que ser experto en el tema.
Justificar el reclutamiento de niños para la guerra, a pesar de las convenciones internacionales que lo prohíben, además de merecer una investigación por un crimen de lesa humanidad, revela un trastocamiento de la escala de valores donde el respeto a la persona es inexistente.
Lo mismo con el tema de la gente que este ciudadano dice haber matado. Revela un desprecio absoluto por la vida, al punto de que es lo mismo que tú o yo respiremos o muramos.
Una mente donde nada tiene sentido es una mente con una salud mental deteriorada.
Quizás hace falta crear empleos, programas de vivienda y reconocimientos a las personas que defendieron nuestra Patria; pero creo que antes de nada, lo urgente es incorporarlo en un programa para sanar su alma.
Si no se comienza por el verdadero inicio –no es redundancia-, donde se le vuelva a dar sentido a todo lo que tiene sentido –tampoco es redundancia-, de nada servirá ni el empleo, ni la casa, ni el reconocimiento.
Claro que con un gobierno que también está mentalmente enfermo (corrupción, corrupción, y además, corrupción), y una sociedad mentalmente enferma (cumbia, reggaeton, bailanta, realities y Chollywood), será bien complicado que podamos ver el cuadro desde fuera.
Sin embargo, si no atendemos la salud mental de nuestros veteranos, lo que tenemos son bombas de tiempo andando entre tú y yo, que pueden explotar en el momento menos esperado.
De otro modo no se entiende la amenaza no tan velada de: si no me atiendes, me vuelvo delincuente.
¡Qué bueno que esta persona haya decidido hablar en los medios! De lo contrario, sería bien complicado darnos cuenta del peligro que, antes que tú o yo, corren estas personas.
Y como dije arriba, toda la información que soltó amerita investigación profunda, porque, aparentemente, eso de que el ejército forma mejores personas parece ser simple propaganda. Lástima.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)