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Sáb, Nov

La espesa sopa laboral piurana, que también nos han obligado a tomar

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Para muchos migrantes venezolanos quienes no han validado, o están en camino de validar, sus títulos profesionales, conseguir trabajo en el mercado peruano de servicios es una opción inmediata: desde callcenters (me ha tocado alguna vez ser atendido por una operadora venezolana) hasta restaurantes, su contratación parece ser una suerte de panacea para muchos empresarios nacionales por su carisma y su bajo costo.

Lo del carisma se explica por el nivel cultural que muchos tenían en Venezuela, sin mencionar su nivel educativo (no es lo mismo) o su extrovertida idiosincracia (el peruano parece estar en una suerte de protodepresión crónica); y lo segundo obedece a un criterio de oportunidad: sobre la experiencia de una moneda muy devaluada (se calculaba la inflación venezolana de agosto en más del 300%), recibir dinero en una moneda -mal que bien- mejor apreciada ante el dólar en el contexto sudamericano, hace que algo sea definitivamente mejor que nada.

Los empresarios saben bien ésto y abusan, creando unos regímenes laborales que, en principio, tendrían que ser la delicia de los fiscalizadores del Ministerio de Trabajo, quienes podrían andar repartiendo sanciones a diestra y siniestra. El problema es que hasta los fiscalizadores denuncian a su empleador por presunto maltrato laboral, aunque ése no es su rollo central, como se los contaré más adelante.

Un administrador de empresas venezolano quien trabaja como un mozo en un restaurante piurano me contó que su empleador, volviéndose extraordinariamente estricto con el régimen de cuarta categoría, contrató a algunos venezolanos por semana, pero terminó pagándoles por horas, ni siquiera por días.

Como sabemos, en el régimen de cuarta categoría se te paga por producto y no accedes a beneficios como el sistema previsional y el seguro social, los que deben ser contratados por el empleado por cuenta propia.

De ese modo, resulta que un mozo en un restaurante piurano no llega ni rozando a los 930 soles (unos 280 dólares) que es la remuneración mínima vigente, menos tiene acceso a beneficios. Usualmente termina sacando algo de 750 soles (unos 190 dólares) promedio por mes, y con éso debe pagarse todo, comenzando por el lugar donde vive, y en este punto, parece existir un precio para venezolanos y otro para peruanos, lo que, de comprobarse, podría devenir en una práctica comercial discriminatoria (al venezolano se le cobra un poquito más, incluso si paga por mes).

Claro que el empresario peruano podría decir que no son la beneficencia pública o un programa subsidiario estatal, y tiene razón amedias, porque el argumento se le cae cuando aplicamos teoría de factor humano, y allí más que dividendos y ganancias, tiene que ver algo llamado empatía. Como digo, éso no se compra ni se transa, o te nace o no te nace. Sigamos.

También contra peruanos

El problema no es que la práctica afecta únicamente a los venezolanos, o se "creó" para aprovecharse de la necesidad de los venezolanos; el problema ya existía. En todo caso, los venezolanos, quienes vienen de un sistema laboral que, a pesar de la devaluación, parece ser muy estricto con ese tipo de derechos (sueldo mínimo más beneficios), llegaron a ponernos, sin intención, el dedo en una llaga de la que todos y todas quienes cantamos el "Somos libres" desde churres hemos sido víctimas en algún momento.

"El problema es que ustedes, los peruanos, no reclaman", me criticó este administrador de empresas que les cuento. Y que levante la mano el lector o la lectora quien, cuando fue a exigir lo justo, no encontró esa respuesta corporativa tan peruana de "si no te gusta, puedes buscar trabajo en otra parte". ¿Sí o sí?

¿Acaso no sabíamos, por ejemplo, que quienes venden en las tiendas por departamentos son obligados a pagarle a su empleador varios conceptos que terminan siendo el "merchandising" por el que mas bien las empresas deberían pagarnos de alguna manera, en la medida en que nos convertimos en marquesinas ambulantes o maniquíes involuntarios? 

Y éso pasa muchísimo antes de la migración venezolana. Muchísimo antes. Pero a cambio del sueldo, no decimos nada.

Entonces, como el venezolano reclama -y como todo aquél quien reclama en Perú-, se le ha etiquetado como un subversivo laboral. 

Es más, no tengo empacho en decir que ese raro rumor de que los venezolanos parecen estar quitándole el trabajo a los peruanos nació de esos empresarios quienes se vieron enrostrados en sus abusos, y acudieron a tal psicosocial para que nadie repare en que quienes causaron el desorden no fueron los migrantes sino quienes les contrataron y les pagan cualquier cosa, o les pagan lo que se les antoja, o no les pagan.

Me encantaría saber por quién habrán votado esos empresarios en las últimas elecciones generales. Les apuesto que no por la izquierda. ¡Claro! Y éso explica el psicosocial. Prosigamos.

Ofertas laborales sospechosas

Un sullanero quien regresó de Venezuela me contó que un restaurante cerca del terminal de buses de Sullana a Piura está contratando a mujeres venezolanas y les está pagando 300 soles (unos 80 dólares) por mes a cambio de trabajar jornada completa, y en algunos casos ni siquiera éso. Todas están indocumentadas, y por temor a alguna penalidad migratoria, tienen miedo a denunciar.

En Tumbes, incluso, "empresarios" peruanos (en colusión con una mujer venezolana) captaron a mujeres venezolanas bajo el esquema de trata de personas, el tercer delito que mueve más dinero en el mundo detrás del narcotráfico y el tráfico de armas, y muchas veces íntimamente relacionado con esos dos, realidad que también toca a Piura (corredor Sullana-Macará, para ser concreto).

En el grupo de Facebook llamado Venezolanos en Piura me encontré una vez con un sujeto quien descaradamente ofrecía dinero a mujeres venezolanas a cambio de "algo serio", que nunca especificó. ¿Lo presionó alguien de Venezuela? Lo dudo. También me hallé otro que buscaba mujeres A1 sin especificar para qué, y otro pidiendo chicos y chicas "de buena presencia" (término discriminatorio) de 17 a 28 años. ¿17 años, y sin especificar autorización parental notariada? 

Aunque siendo veraces, cuando entré al perfil del anunciante, vi que decía haber nacido en Venezuela; pero ese detalle no lo disculpa: desconocimiento de la ley no eexonera la pena.

Ah, y me olvidaba que ya existen en empresas piuranas, o basadas en Piura, respuestas del tipo "no hay vacantes para venezolanos". ¿Será por la norma ochentera del 20% como máximo de empleados extranjeros en una empresa privada peruana, o no quieren "subversivos" que terminen empoderando a su propia fuerza laboral, salarialmente maltratada mucho antes que los tricolores nos eligieran como sitio de refugio?

Y ése es el punto aquí: que el abuso laboral ya existía, mayormente de peruano a peruano, sin descartar otras nacionalidades; si no, démonos un paseíto por el Medio y el Alto Piura para comprobarlo. Y el problema es que no lo hemos parado.

¿Informalidad legal o ley informal?

No podría decir que cumplir con la ley no es rentable porque no podría generalizarlo a todo el mundo empresarial. Desde que cada emprendimiento tiene su propio proceso y su propia construcción de identidad, cada impulsor del mismo sabrá por qué le cuesta trabajo pagar lo justo y ofrecer beneficios a quienes le ayudan a sacar adelante su idea de negocio. Lo que sí puedo decir es que si nació con la idea deliberada de hacer dinero sin importarle la vida de los demás, probablemente se equivocó de rubro.

Una forma de controlar y sancionar este desorden deberían ser los entes de fiscalización laboral; pero, como dije antes, también son víctimas de ese esquema de baches salariales o de beneficios incumplidos, y nno solo me refiero al Ministerio de Trabajo. Hace dos semanas, la Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones (que son otra jarana) informó que hay cuatro municipalidades piuranas que no han pagado el fondo previsional de sus empleados hace meses o años, violando la ley doblemente, esto es, hacer los pagos para beneficio de su personal y usar debidamente los fondos que son propiedad de todos los peruanos y las peruanas.

Agreguemos a esta sopa espesa lo que me contó este administrador venezolano cuando vio que ciertos fiscalizadores parecían entrar en ciertos "convenios" de última hora con los empleadores o empresarios, y aquí no pasó nada, y sírvame por ahí una gaseosita helada que hace calor.

en conclusión, el abuso laboral trasciende nacionalidades en ambos lados de la cuerda. Que nos quieran convencer de que a los peruanos los tratamos mal porque nos llegaron los venezolanos parece ser un pretexto del empresariado para ocultar su compulsión a ganar más invirtiendo casi nada. Y éso no es ausencia de competitividad, sino ausencia de escrúpulos y algo llamado humanidad.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @NelsonSullana)

 

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