ERP/N.Peñaherrera. Comenzó la campaña electoral utilizando una de sus herramientas más arcaicas y asquerosas: la guerra sucia.
El problema es que, como hablamos de políticos y políticas en pugna, es difícil precisar quién es la víctima y el victimario. Quiero decir, la víctima sale a denunciar que es víctima; pero ¿realmente es la víctima, o es una manera de generar compasión del electorado?
Algo así como una persona que conozco que siempre dice que es fea, cuando sucede todo lo opuesto.
El fin es el mismo: generar compasión.
Cuando alguien busca que otro u otra le ofrezca compasión por el solo hecho de que eso le compensa, estamos frente a un serio problema de bajo autoestima.
No digo que no haya que denunciar las supuestas maniobras írritas que se disfrazan como competencia electoral, pero creo que es saludable desconfiar a priori de la denuncia hasta que se compruebe independientemente.
De este modo hasta que descartemos que se trata de heridas autoinfligidas, debemos tomar el lloriqueo con mucha cautela. Recordemos que estamos hablando de políticos y políticas, nuestros y nuestras psicópatas y narcisistas con carnet partidario.
Además, un argumento por el que no creo en la llamada guerra sucia es porque muchas de las supuestas víctimas ya comenzaron a empapelar todo lo que hallan a su paso con su propaganda.
¡Cuida a tu perro, incluso, porque en un descuido puede terminar misma momia egipcia!
Aunque, pensándolo bien, a eso sí se le puede llamar guerra sucia, por la simple razón de que todo lo dejan lleno de basura. Me refiero al papel.
Ahí tenemos un buen criterio para no votar por quien se anuncia: si es capaz de estropear el ornato urbano, pintarrajear todo y hasta afear espacios naturales como las rocas o los cerros (Marcavelica, por ejemplo), ¿con qué credenciales vendrá a hablarnos de respeto al medio ambiente?
Si las campañas no encuentran otra manera de hacer publicidad, la culpa no es de quienes votamos, sino de los equipos creativos que no tienen eso: creatividad.
Y allí hay otro criterio para no votar por su oferta ni su candidazo o candidaza.
Como dije antes, ya llegó la hora de que el electorado demuestre su verdadero poder, demuestre quién manda realmente en periodo electoral, demuestre que basta con que le bajemos el dedo a alguien para que esté fuera de combate... y sanseacabó.
Ya que el pueblo es el soberano, ¡listo!, tomemos las riendas de las campañas electorales. Y las que no estén a nivel, adiós, gracias por concursar, no nos llames nosotros te llamamos.
Y si ninguna da el pelo, ¡voto nulo!
Y dejemos de compadecernos de que no tenemos la facultad de cambiar las cosas. Muy al contrario: tenemos más poder del que creemos... incluso para desarticular las guerras sucias. Las campañas sucias mas bien.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)