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Jue, Abr

Por si sigas creyendo que lo mejor es callar

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. La indignación de una presentadora de noticias frente a los comentarios nada atinados de una congresista piurana respecto a la violencia de género, tema que se ha actualizado tras la publicación de un video en el que un muchacho más o menos conocido en altos círculos sociales limeños agredía a rastras a su pareja, son doblemente comprensibles, pues se trata de una víctima molesta que decidió no quedarse callada y el hecho de normalizar la violencia en sí misma.

Te recuerdo que llamamos violencia de género, o más propiamente violencia basada en género (como la nombra la Organización Mundial de la Salud), a toda agresión física, sexual, psicológica y hasta económica que ejerce una persona sobre otra por infravalorar su sexo o los roles que culturalmente se creen están asociados a él.

Volvamos a partir de la siguiente idea: no interesa por qué ni cómo, la respuesta violenta que yo ejerza sobre otro ser humano, sea varón o mujer (o cualquier ser vivo, creo), no tiene ningún asidero, ninguna justificación, ninguna exención ante la ley. Debe ser castigada cuando ya no es posible ser prevenida, y la prevención no pasa por callar o evadir sino por alzar la voz y marcar clarito el terreno.

Pero, ¿qué sucede cuando trato de simplificar la violencia?

Haciendo la salvedad que alrededor, en nuestra comunidad, hay profesionales que tratan ésto con mucha mayor competencia científica que yo*, sí me atrevería a señalar -más por experiencia que por ciencia- por qué una persona minimiza, relativiza, enfría la situación cuando la violencia de género brota.

1. Eres una víctima: Si sufres agresión y crees estar bajo el dominio de quien te agrede, el miedo a que alguien se entere, que quien te agrede se entere que ya se enteraron, y que la agresión se haga mucho mayor, te vas a paralizar de alguna forma y eso hará que retrocedas o te calles. Eso es el llamado círculo de la violencia, una situación de tensión y distensión crecientes que, al término, pueden acabar con tu vida.

2. Eres una persona que agrede: Por alguna razón injustificada, no has podido procesar todo ese dolor y esa ira que te han infligido a ti, que no sabes cómo transformar en lo opuesto y terminas actualizándolo en la persona que se te deje. Por supuesto que no te estoy disculpando; te estoy diciendo que estás pésimo o pésima de la cabeza y necesitas aislarte para curarte. Si no te da la reverenda gana hacerlo, y llegamos a enterarnos que no quieres resolver tu situación, ni modo, te caeremos con las armas que nos da la justicia penal para que entiendas que la violencia no es el camino. Si lees ésto, estás a tiempo aún. Actúa con inteligencia.

3. No eres víctima ni te victimizan, pero tienes un caso de violencia en tu entorno cercano: No creo que haya que profundizar mucho en la definición de este escenario, pero sí podríamos conjeturar acerca de las causas, que pueden ir desde evitar cualquier afectación a tu imagen (algo criminalmente egoísta, a mi parecer) hasta disculpar a una de las partes o a ambas creyendo que es un asunto que les compete y que en algún momento podría resolverse... hasta que algo fatal sucede. Lo que nadie repara de este escenario es que, para asumirlo, se ha tenido que estar en cualquiera de los dos anteriores. Eso explica la creación de híbridos medio raros como ese del 'agresor razonable' (que asumo se define como el que ejerce violencia porque 'le provocaron, pues').

Valdría la pena recordar que una persona que ha ejercido violencia antes y que ahora la reprime, pero que no la ha curado, va a canalizarla de otro modo cuando sienta que se le está comenzando a cuestionar desde su conciencia, y eventualmente va a ejercerla directamente contra su círculo más íntimo.

En este punto, sí creo que vale la pena profundizar en el historial de cada persona antes de emprender compromisos muy cerrados como el formar una familia (aunque no se haya considerado tener hijos).

Finalmente, recordar que al menor atisbo de violencia, no hay que conceder nada. Hay que escapar, llamar al 100 desde tu celular o fijo (llamada gratuita las 24 horas) y compartir el caso. Allí, la persona a cargo te dará las instrucciones correctas para ponerte a salvo.

Como nota personal, si dejas de escuchar cierta música popular, te harás un gran favor.... incluso, la criolla.

Y, bueno, ahora que ya sabemos que hay congresistas que no tienen una definición clara en torno al tema, actuar de una forma simple: pedir que se reeduquen al respecto, y si no quieren hacerlo, jamás votar por ellas o ellos.

* Recomiendo leer este artículo del obstetra sullanero Marco Paulini: http://marcopaulini.blogspot.pe/2015/11/guerra-o-masacre-de-sexos.html

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @NelsonSullana)

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