Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Cuando uno abre las guías de cualquier ciudad, nota que en el acápite 'creencias' se repiten cuentos de duendes, aparecidos y hasta platillos voladores. Pues bien, todo eso quedó más devaluado que billete de Túpac Amaru (de los antiquísimos soles de oro) porque el dengue no solo ha matado, oficialmente, a 15 personas al cierre de este comentario, sino que está causando más pánico que radioteatro de Orson Welles.
Obviamente no quiero minimizar los decesos, y me solidarizo con las familias de las víctimas así como las familias de las más de 10 mil personas ahora infectadas, algunas de ellas pertenecientes a amigos y colegas míos, pero lo otro sí que me llama poderosamente la atención, y hasta cierto punto lo veo más peligroso.
Oficialmente hablando, el dengue ha sido reportado en el departamento de Piura desde 2005 y aparentemente penetró desde Brasil (donde es un mal común, por así decirlo) con escala en Colombia y Ecuador. Nos agarró desprevenidos y por su naturaleza viral (los virus no pueden matarse sino controlarse), lo sigue haciendo, particularmente cuando la temperatura y la humedad están altas, como sigue sucediendo estas semanas. Ya ni hablemos de cuando llueve fuerte que el alerta se convierte en alarma.
Pero siento que hemos pasado de la alarma al pánico, y diría que es un pánico heredado del reciente periodo de lluvias.
Ojo que una cosa es tener miedo, una expectativa funesta frente a lo que desconozco, y otra es tener pánico; pero el miedo es controlable, el pánico no lo es, menos si es colectivo como está pasando.
El pánico nació de los rumores y psicosociales deliberadamente creados durante el periodo de lluvias con la finalidad de fomentar el pillaje y de restarle gobernabilidad a todo el mundo (bueno, a los que seguían gobernando). Como resultado, la gente -varios colegas incluídos- comenzó a creer las historias más fantásticas, al nivel de los duendes y cuanto bicho ectoplasmático puedas imaginar, antes que confiar en la versión oficial o al menos la versión independientemente confirmada. Y era tal el estrés vivido que mucha gente llegó a negar la realidad incluso cuando ésta se paseaba oronda en sus narices.
Mientras menos leída era la multitud, más fácil se le podía hacer caer en pánico; si no recordemos al malnacido que se paseó por las calles de Sullana Centro anunciando el colapso de Poechos y un aluvión en camino a la ciudad, o el que inventó una creciente en el puente Bolognesi cuando Los ejidos apenas tenía mil metros cúbicos por segundo. Al pobre puente Cáceres se lo tumbaron como tres veces... y la gente lo creyó: aunque le mostraras una imagen en vivo de la construcción en pie, llegó a negar que eso fuera cierto.
Volviendo al tema del dengue y sus hermanitos, el zika y el chikungunya, quiero insistir en el aspecto de que no es para nada un rumor ni menos un psicosocial: el mosquito Aedes aeghypti, si aloja el virus y te pica, te infecta, y depende de tu organismo si desarrollas los síntomas en poco, mayor o máximo grado. Eso no lo vamos a ocultar.
Tampoco negaremos que, en base a los diagnósticos, hay gente que no superó la infección y falleció, que hay miles con los síntomas y que el problema podría afectarnos aún más en el corto plazo, esto es, hasta que baje la temperatura y la humedad del aire.
Tampoco vamos a negar que el sistema de Salud no está preparado para afrontar la crisis. Si no está preparado para las muertes maternas, no está preparado para accidentes masivos, no está preparado para la leishmaniasis, o sea, no está preparado para nada, menos para el dengue y asociados.
Tampoco vamos a negar que hay cierto personal de salud que está perdido en el espacio, o está viendo la oportunidad para hacer negocio a costa de la desgracia ajena, o simplemente le llega al órgano sexual masculino atender a los y las pacientes.
Pero tampoco negaremos que dentro de los pocos recursos, hay un esfuerzo para abatizar, para fumigar, para comunicar dentro de las posibilidades, para entender que parte de la chamba de prevención nos toca a la ciudadanía en general (tapar bien los recipientes con agua, dejar entrar al fumigador, usar repelente, etc.). Es decir, esos detalles que también suman dentro de la crisis, o de cómo resolver la crisis, y que ese pánico no nos deja apreciar, no para pensar que somos invulnerables, sino para tener cabeza fría que nos permita actuar con acierto sea antes, durante o después de la misma. Como diría una colega, para ser resilientes.
Tampoco tenemos que negar que dentro de lo paquidérmico que puede parecernos el gobierno, se ha implementado casetas de SuSalud y el 0-800-14900 para denunciar cuando el sistema no está funcionando, o el 0-800-10828 de InfoSalud si es que tenemos dudas sobre cómo tomar el paracetamol. Ambas líneas son gratuitas desde cualquier teléfono fijo o celular.
En este aspecto me parece mal que haya gente que califique este ítem como populista. ¿Tienen una mejor solución? ¿Cuál es?
Que el dengue es peligroso, sí lo es, pero lo es cuando no se le controla con antelación o cuando los primeros síntomas aparecen y dejamos que recrudezcan. Pero es más peligroso aún si nos dejamos invadir por el pánico, porque nos inmovilizará, y eso sí que es letal.
Y el pánico victimiza más cuando ignoramos y evitamos investigar en fuentes confiables, y aún más cuando accediendo a ellas, negamos lo que nos dicen. Entonces, de ti dependerá ser parte del control, o ser la próxima víctima.
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