ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Ya se conocen los resultados de la evaluación del Programme International for Students Assesments (PISA o Programa Internacional para el Logro estudiantil) que sigue poniendo a Perú en los últimos lugares pero ya no en la cola como en 2012: de 69 países evaluados, somos puesto 61 en razonamiento matemático, 62 en comprensión lectora y 63 en ciencias, lo que nos codea con Brasil y México, nos coloca debajo de Colombia y encima de República Dominicana.
Analistas nacionales dicen que esto es un avance significativo del país en cuanto a ofensiva educativa, punto de vista que le viene bien al ministro del sector, Jaime Saavedra Chanduví, a vísperas de su comparecencia ante el Congreso de la República aunque objetivamente por presuntos actos de corrupción y subjetivamente para ver si se le remueve por aparentemente impedir la prosperidad de las universidades-negocio.
Y quizás, éste es el punto a donde la discusión del Informe PISA debe llevarnos por enésima vez: ¿es negocio apostar por la educación en el Perú, o la educación en Perú es una apuesta de negocio?
En primer lugar, tomemos PISA como sus más duros críticos la toman, una evaluación meramente cuantitativa, cosa que no debería causarnos mayor escándalo porque toda nuestra vida estudiantil -tanto básica como superior- se ha sometido a este tipo de valoración. Quiero decir, 20 eras algo así como DiCaprio en la proa del Titanic, 10 eras DiCaprio con el agua hasta la cintura, 0 ya ni siquiera eras DiCaprio porque el barco ya se te había hundido.
Cuantitativamente hablando, los chicos y las chicas de 15 años que se evaluaron en 2015 andan con el agua por encima del ombligo si les comparamos con el promedio de los 69 países participantes, lo que nos debe preocupar considerando que este año ya tienen 16 y asumimos que el año que viene querrán seguir alguna carrera profesional o técnica. Y allí es donde entra el análisis cualitativo: ¿saldrán buenos egresados y buenas egresadas?
A mi juicio, no.
Una de las ventajas que se tiene al interactuar con chicos y chicas que están siguiendo educación superior es que llegan a confiarte cosas que la publicidad jamás te dirá, como universidades con sorprendentes ascensores pero con aulas prefabricadas allí donde no llega la vista, docentes que parecen no haber aprobado el Coquito pero quieren decirle a otros y otras cómo escribir, notas sujetas a las preferencias partidarias o pugnas internas de los consejos de facultad que restan oportunidades al estudiantado.
Estoy hablando de Piura, por si acaso.
En segundo lugar, discrepo sinceramente en el avance en lectura y ciencias, pues si nos damos el trabajito de analizar críticamente las redes sociales, veremos que la gente escribe peor que antes y cree en la primera pachotada que se publica como cierta (la BBC publicó una vez que es negocio redondo dar noticias falsas), al punto que una treintena de personas logró nueve meses de prisión preventiva en Lima por no haberse preguntado algo tan simple como "¿hay fuente oficial para esto que ponen en Facebook?".
Digo, ¿cuál es el asidero científico del pishtaco o cuántas denuncias tenemos por tráfico de órganos? O, ¿sabemos qué dice la ideología de género y quién la ideó?
Si los niveles de comprensión lectora y de ciencias hubieran avanzado lo que se dice, los realities de las seis de la tarde hubieran sido cancelados por una baja significativa de rating y TV Perú estuviera facturando millonadas tras millonadas en publicidad porque a la audiencia le mejoró el gusto, o radios como las reggaetoneras se darían el lujo de incluir cinco minutos de titulares bien redactados (y perfectamente pronunciados) cada media hora porque la audiencia no solo quiere entretenerse sino que quiere saber.
Si leyéramos mejor y apreciáramos más el método científico, la crisis del agua por la que estamos pasando sería una situación responsablemente manejada por autoridades y población tanto en campo como en ciudad, lo que no es así, al punto que se está resguardando policialmente algunos canales para evitar que la gente los tome por asalto.
No es que PISA sea inútil; al contrario, que nos evalúen. Lo que pasa aquí es que tengo la impresión que Perú, como siempre, estudió para el examen, chancó, pero luego, luego, se le olvidó todo.
¿Mala gestión de Saavedra? Disculpen, buscar un chivo expiatorio es precisamente otra señal que los resultados no se constatan en la realidad; mejor dicho, Saavedra no es el único responsable sino que se trata de la sumatoria de muchas malas actitudes: hogares donde la tecnología hace el control parental, docentes que están por debajo del nivel o que se dedican a usar su cargo para seducir estudiantes, estudiantes que convierten a sus centros de formación en clubes sociales o rings de lucha libre o estudios de producción pornográfica, autoridades que no implementan centros de documentación (incluyendo bibliotecas) y museos, empresariado avaro y usurero y hasta líderes religiosos que preferirían avalar los crímenes de odio con tal de no perder sus decrecientes privilegios.
En resumen, mientras nuestra comunidad se siga construyendo sobre el egoísmo y el plazo instantáneo, los alentadores avances de PISA serán meros lindos adornos en columnas de hormigón que se desmoronan un poco más cada día.
Por cierto, DiCaprio hace rato anda gritando que el Titanic, nuestro planeta, se va a hundir en serio.
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