ERP. Durante su Homilía en la Santa Misa del VI Domingo de Pascua, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, dedicó un merecido homenaje a las Madres al celebrarse hoy su día, dirigiéndose con sentido cristiano, no solo a la trascendencia de este ser que muchas veces asumen el rol total en la formación y crianza de los hijos, sino igualmente de las abuelas.
"Hoy ofrecemos esta Eucaristía por todas nuestras Madres, vivas o difuntas. El día de hoy démosle un beso tierno a nuestra Mamá, a aquella que nos ha engendrado, que nos ha concebido, que nos ha madurado en su vientre y después dado a luz. A aquella que nos alimentó, que nos protegió desde el principio, que nunca ha dejado de darnos sus consejos, y en el silencio de su habitación reza y pide siempre por nuestro bien al Señor y a la Virgen, hay veces con lágrimas en sus ojos. Y a las que están en el Cielo, démosle el beso de nuestra oración y de nuestro recuerdo agradecido, con la seguridad que desde ahí nos miran con amor y continúan cuidándonos con su oración e intercesión" indicó monseñor Eguren.
Monseñor Eguren destacó que: "El don de la maternidad nunca es ni será un problema, es un don, es el regalo más maravilloso que una mujer puede tener porque supone participar del poder creador del mismo Dios. Una madre sabe muy bien, que un hijo nunca es un inconveniente o una carga, sino que más bien, es siempre una bendición, una buena noticia, aún en las circunstancias y momentos más difíciles".
El Arzobispo recalcó además que: "Frente al feminismo radical proabortista, incapaz de ver la grandeza y belleza de la maternidad y de la vida humana como don milagroso de Dios, revaloremos hoy y siempre el don de la maternidad del cual millones de mujeres son hoy en día un testimonio luminoso. Ahí está el testimonio de las madres que luchan por el futuro de sus hijos en medio de la pandemia y de la pobreza. Ahí está el testimonio de las que son madres de hijos con habilidades especiales, quienes se esfuerzan por hacer respetar sus derechos integrándolos a la vida social, enseñándonos que toda vida humana es digna de ser amada por sí misma, independientemente de cualquier otra consideración: inteligencia, belleza, salud, juventud, integridad, etc. Ahí está el testimonio de las madres que trabajan en los servicios esenciales durante la pandemia, para poner lo mejor de sí para derrotar al virus y servirnos con amor".
"Ahí está también el testimonio de aquellas madres que están solas, que son cabeza de su hogar, y se esfuerzan dándolo todo por sus hijos, porque una madre sabe testimoniar, incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral, el sacrificio, y la entrega. Ahí está el testimonio de esperanza de aquellas madres que en estos tiempos de pandemia llevan en sus entrañas a sus hijos o los han dado a luz durante la pandemia. El don de su maternidad en estos tiempos es toda una señal de esperanza de que la vida vence a la muerte. Cada nacimiento tiene el sabor de la esperanza, del renacimiento. Ver nacer a un niño en este tiempo azotado por el Covid-19, significa ser capaz de custodiar una esperanza más fuerte que la muerte, una esperanza ligada a la Pascua que estamos celebrando, una esperanza unida a Aquel que, en la Resurrección, venció la muerte con la vida" precisó.
Dirigiéndose a todas las madres, Monseñor Eguren les dijo: "Queridas Mamás y también queridas Abuelas: Gracias por todo lo bueno y bello que ustedes encarnan y significan para sus hijos, para nuestra sociedad y para la Iglesia. Gracias por defender la vida desde la concepción hasta el nacimiento y durante todas las etapas de la existencia hasta su fin natural. Gracias por amar a sus hijos, por ser hijos, por acogerlos incluso cuando llegan de manera inesperada a la vida, porque ustedes mejor que nadie saben que un hijo nunca es un error. Gracias por transmitir junto con la vida natural la vida de la fe a sus hijos. Sin las madres no sólo no habrían nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo, de su belleza y de su atracción. Por este motivo, con inmensa gratitud a ustedes, le pedimos a María, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra también, que proteja a cada mamá terrena. Que todas las madres puedan desempeñar con entrega y fidelidad su servicio cotidiano en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. ¡Que, para todas ellas, la Virgen sea su apoyo, consuelo y esperanza!".