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Lun, May

El ‘backstage’ del debate presidencial

Piura
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. En líneas generales, el debate presidencial en Piura pudo ser en cualquier otra parte del país y el efecto hubiese sido exactamente el mismo: un evento preparado más para la televisión que para el público asistente, un formato que (por ende) hubiera funcionado perfectamente en cualquier contexto, un despliegue técnico en el que las cadenas nacionales se jugaban un partido aparte.

Entonces, ¿qué podríamos extraer como valores propios del debate en Piura? pues quizás la diferencia podría estar en lo que las cámaras no mostraron.

Para comenzar, las medidas de seguridad que incluyeron sellar la Universidad Nacional de Piura (UNP) funcionaron a la perfección. Yo pude identificar hasta tres anillos de seguridad que incluyeron cortar el tráfico en la cuadra previa a la tranquera de la UNP (o sea, la carretera al Medio Piura quedó deshabilitada por unas horas), acceso grabado en video y tras presentación de credencial, Seguridad del Estado filtrando cada 50 metros y acceso bajo lista al auditorio donde se llevó a cabo el encuentro.

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Por razones obvias, quienes estaban algo tensos eran los voluntarios del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), quienes se hicieron algunas bolas con el acceso de la prensa al auditorio pero que se resolvió positivamente. Aunque sí la parte paranoica fue en estar vigilando que nadie en mezzanine estuviera transmitiendo el debate por ‘streaming’ porque TV Perú tenía la exclusividad, lo que en líneas generales me parece absurdo, pues si es un evento público no-comercial y el canal del Estado es no-comercial, ¿qué tanto celo con la exclusividad?

Por otro lado, fue imposible transmitir grandes cantidades de información con el poco wifi disponible, por lo que varios medios tuvieron que premunirse de módems inalámbricos.

En cuanto a la concurrencia, no quedó claro si el debate era para la asistencia o para toda la parafernalia de cámaras y accesorios como grúas y trípodes que hubo en el espacio. El Antonio Moncloa pudo estar solo con la moderadora, el moderador, la candidata, el candidato, y hubiera tenido el mismo efecto que con el poco público que se admitió, digo, si el JNE quería evitarse las barras no tan bravas.

Y en ese sentido, la concurrencia se portó educada en líneas generales. Otra vez, el único tenso era el productor de piso quien sufría contando los segundos de transmisión. El resto estaba super relajado y en expectante camaradería.

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El sistema de sonido dentro del auditorio falló, lo que provocó la rechifla de la prensa en mezzanine y la solidaridad de Mónica Delta, quien aprovechó un corte comercial para lograr lo que ni el JNE ni TV Perú consiguieron: aprovechar al máximo la acústica del auditorio. Se agradece la proactividad, quizás un homenaje a sus años como reportera.

Por cierto, la Delta, posiblemente por su experiencia de años frente a un micro, fue quien mejor proyectaba su voz. Incluso sin él, a la tía se le oía clarito. Otro que supo proyectar su voz fue Kuckzynski, y eso que usó su famoso tono tranquilo y suave. Keiko tuvo problemas para hacerse entender, pero mandando callar a tu vecino, la hacías. Con quien sí se sufrió y al extremo fue con Carlos Cornejo, que parecía hablar en la frecuencia de los delfines porque no se le oía nada; bueno, casi nada.

Si bien es cierto la gente que recibió el debate por la tele no se dio cuenta de estos problemas (buen trabajo del sonidista), lo cierto es que ante público en vivo, mínimo debes saber proyectar tu voz.

Dicho sea de paso, en lo personal Mónica Delta pudo manejar el debate sola, y a pesar de lo que pensemos sobre sus preferencias electorales, podía hacerlo perfectamente.

Sobre el y la contrincante, Keiko no se despegó de sus papeles a los que les daba vueltas y más vueltas; PPK usó microfichas, y, como varias personas se percataron, otras ayudas como hojas y libros; pero lo que vimos desde arriba es que el señor se había traído media hemeroteca, porque hasta revistas pudimos detectar, y las usaba diestramente cada vez que el director de cámaras ponía a su oponente en cuadro: revolvía, encontraba, leía, y preparaba la réplica.

Durante los cortes, la cara de Keiko reflejaba fastidio, incomodidad, que ni el retoque de maquillaje mejoraba. Se le notaba más tensa y aferrada a su atril, y con cara de circunstancia cada vez que PPK le respondía o la puyaba.

Durante los cortes, PPK lucía tan relajado como al salir al aire. De hecho, salía a sentarse o seguía revisando su hemeroteca o sus microfichas. Pero en cuanto a manejo de emociones tanto en vivo como fuera del aire, fue el ganador indiscutible.

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La otra jarana fue la salida del espacio y quienes pusieron la nota vandálica fueron los colegas de Lima: en su esfuerzo por conseguir una entrevista, se olvidaron de que las plantas son seres vivos y les importó un bledo pisarlas o dañarlas; pero en líneas generales, los exteriores del auditorio UNP (visto desde el balcón del edificio) hicieron recordar a los ágoras de la Grecia Antigua. Por allí Gino Costa, del otro extremo Luz Salgado, Meche Flores Aráoz estaba rodeada de periodistas y uno que otro libidinoso, Yoshiyama fumando un ciga… ¡aguanta! ¿Yoshiyama? ¿Jaime Yoshiyama? Sí, era él, y alguien de Seguridad del estado vestido de civil a su costado.

Al fondo, Keiko y PPK corriendo entre cada uno de los ‘sets’ que las cadenas montaron para hacer sus programas políticos en vivo desde Castilla, Piura.

A pesar de la pobreza de propuestas en ambos casos, a mi equipo de prensa le quedó una gran satisfacción y las ganas de que este formato se repita más seguido en Piura. Realmente, la controversia inteligente es uno de los mejores espectáculos que la democracia nos puede regalar.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

Fotos: ERP/Arturo Peñaherrera Castillo.

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