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'El sueño del Vikingo' novela de Idelfonso Niño Albán

Personaje y autor de "El sueño del Vikingo"

Cultura
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ERP. Este libro reúne en 45 capítulos una historia reciente de Skipnan, personaje de carne y hueso de raíces nórdicas. La novela escrita con estilo periodístico le llevó cinco años a su autor Ildelfonso Niño Albán, escritor polifacético, maestro y artista, tiene como personaje central al vikingo y su collera de amigos, su vida bohemia y aventurera se desliza en varios escenarios a Tallana (Sullana) ,Talara, Lima y otros rincones del Perú, la América Morena y Europa. La vida es un desafío permanente, una búsqueda interminable. Todo ello acontece en la compañía de Enrique Temprano, el cronista, pendiente de los profundos cambios de la sociedad peruana.

Por: Miguel Godos Curay
Periodista y docente universitario

Los personajes cobran vida en los relatos y conversaciones. Divertidos diálogos sobre una realidad descarnada, cruda y desbordada gracias a la fina ironía y filosófico sentido del humor del cronista. Se trata de diálogos platónicos, interrogantes, respuestas y vivas reflexiones de las que se puede extraer un análisis certero del paso del tiempo. Una conversación siempre acompañada de cebiches de caballa o peje blanco, sudados y piqueos sabrosos entre otras delicias. Son suficiente motivo para discutir y enjuiciar el momento. Cuando no el café del “coche” Morales un concurrido rincón de Tallana parte de la tradición.

Es el memorial de un cronista. En donde los personajes cobran vida sin perder su inagotable sed por una cerveza helada y el consumo divertido de la marimba y la cocaína. La cocaína no sólo convirtió en adictos a los petroleros del Oleoducto Nor-Peruano se también se extendió en el mundo burgués, y en el comercio callejero de “quetes” en los barrios pobres en donde pululan los consumidores con indecibles consecuencias. Según refieren en el mundillo político el propio Manuel Ulloa, Ministro de Belaunde y eventual consumidor de cocaína, en diplomática visita a la Primer Ministra de Gran Bretaña Margaret Thatcher ésta lo sorprendió en plena absorción de la estimulante droga. A lo que Ulloa respondió que se trataba de “azúcar del Perú” recomendada para recuperar energías tras el largo itinerario de viaje. La estadista británica solicitó días después que le enviara una buena cantidad de esa sustancia energética prodigiosa del ande peruano: La coca.

Asistentes presentacion

Son personajes de esta crónica novelada: Skipman “el Vikingo”, el periodista Enrique Temprano, memorioso cronista de las amenas historias. Cocoliso Águila, Calín Olaya, Lucho Aquino, “Julio Iglesias”, el abogado Romerini cuyas conversaciones y diálogos reflexivos abordan temas de política nacional, la bohemia y otras nítidas historias que el tiempo se llevó. No se sustrae el cronista del eros pedagógico que está presente vívidamente en todo momento. Escribir crónicas requiere recuerdos y datos precisos. Extraer conclusiones no es fácil. Los estudiosos de Hemingway señalan, por ejemplo, que sus despachos informativos de la Guerra Civil Española resultaron bastante desafortunados y aburridos pero le sirvieron de preparación para sus mejores producciones literarias. Agudizaron sus sentidos y afinaron su pluma.

Toda historia es el hombre en el tiempo. Los relatos se preservan en el imaginario popular. En Marruecos, por ejemplo, en los cafés se paga a narradores orales para que cuenten durante horas, con sal y pimienta, historias ante los sorprendidos oyentes de un auditorio cautivo que paga por escuchar y beber tazas de café. Esa oralidad es también muy nuestra. Es el patrimonio de los abuelos y un eficaz antídoto para el Alzheimer. Recordar estimula las neuronas una especie de atletismo inteligente que enseña a pensar y a escribir.

En las páginas de El sueño del Vikingo el relato no rehúye esas soterradas pasiones zoozfílicas propias del mundo rural y campesino de Talallana donde frente a la urgencia fisiológica de adolescentes y jóvenes que recurrían a las burras convertidas en un desafío del placer por las que pagaban por el servicio eventual a sus propietarios. Según la evocación los alumnos dejaban en prenda: insignias, cristinas y corbatas colegiales por tener una inolvidable experiencia sensual.

Igual sucede con un sórdido personaje como Josecito Mendoza el propietario del lenocinio “El cachito de oro” al borde de la carretera y el ubicado en el kilómetro 7 de la carretera a Piura. El contrahecho propietario, siempre acompañado de guarda espaldas lucía cadenas y pulseras de oro. Era opulento hasta la exageración en sus manos llenas de anillos. Sus burdeles estaban siempre concurridos, especialmente, en tiempo de cosecha. Entonces clasificaba a las mujeres de su próspero negocio entre atractivas y mozas, muchas venidas hasta del Ecuador y las viejas y abuelas para los bolsillos modestos y principiantes. La prosperidad de su negocio se sostenía en el favor de autoridades, jueces, fiscales y responsables de la salud pública. Según se suba tenía una cuantiosa fortuna y se daba tiempo para sus personales obras de caridad.

Recuerdo que conversando con Mario Vargas Llosa sobre la Casa Verde en Piura refería que se podía observar desde el puente viejo. Otras ocasiones en muchos lugares del mundo le mostraban fotos del Hotel de Turistas de Piura preguntándole si es que aún se conservaba como en la foto la Casa Verde. Se trataba de una tomadura de pelo de la que responsabilizaba a su profesor don José H. Estrada Morales.

Miguel Gutiérrez daba cuenta de un itinerario de todas las casas verdes que había en Piura. A inmediaciones del nuevo Colegio San Miguel, en el jirón Junín, en el barrio norte en la misma Mangachería y en el vecino distrito de Castilla. El itinerario daba cuenta de fornicatorios repartidos por toda la ciudad. Muchos hoteles como el del turco Rodrich cumplían esa discreta y perentoria ensoñación con anécdotas curiosas como la del jovencito de la cola que apuraba al cliente demorado sin imaginar que se trataba de su propio padre. Al norte, sur, este y oeste estaban estos rincones consentidos por la autoridad. Y en muchos casos no se trataba solamente de la Casa Verde sino de una ciudad pintada en todos sus extremos de este color.

Libro Suenos de un Vikingo

En Sullana sucede lo mismo con la diferencia que los improvisados y furtivos refugios placenteros eran rincones con una simple cortina para la ocasión y el momento. La Filo en la Calle 4 de Buenos Aires, La Talareña, La Berthita, La Mika en el Barrio Leticia, La Sara y hoy la Plaza Grau convertida en escenario para negociar precios. La hotelería céntrica subsiste no por la presencia de turistas y viajeros repentinos sino por esa legión interminable de clientes “Aquí lo que tiene que hacerse es una administración de camales que es lo que más abunda en toda la ciudad” Turistas y viajeros no hay ni para remedio. Lo que hay es un mercado muy movido por el meretricio. El relato de Enrique Temprano no rehúye este historial.

Sullana en la narrativa de Ribeyro aborda otra temática en donde la arena, el calor y la disputa en el cuartel tienen matices de viril competencia. Las historias de Enrique Temprano recorren Talara desde su declaración como “Ciudad Abierta” y la nacionalización del petróleo dispuesta por el General Velasco. Por supuesto, la historia de la corrupción en Petroperu no es reciente. Tampoco los nuevos directorios se libran de la creciente acumulación de las pérdidas en la primera empresa del Estado. La Refinería de Talara resulta insostenible y es probable que los créditos del Banco de la Nación resulten impagables. Cualquier empresa del Estado convertida en festín político camina irremediablemente a la quiebra, el despilfarro y forados financieros.

Hay historias sorprendentes como la de “La Pedrera” y de personajes como Larry Cáceres Molina convertido en el Capitán Gaviota de incontables aventuras cuyos acordes personales de “Si vas para Chile” tenían un recado íntimo gracias a sus arreglos aquí en Salitral. Anécdotas y chacotas memorables. Hay también crónicas evocadoras de los caciques del Chira llevados a la hoguera por Pizarro. Sullana es historia. Ahí se fundó San Miguel de Tangarará a orillas de las cananeas aguas del Chira. Entre las crónicas quinientistas que refiere José Antonio del Busto está la de Maizavilca el zalamero cacique que no teniendo que presente entregar a Pizarro le dio a su sobrino el que más tarde fue bautizado como Martín Pizarro y aparece en las crónicas como Martínillo de Poechos. Uno de los primeros farautes de la conquista. Valiosa información acopia Enrique Temprano para lectores que se nutren de recuerdos.

Los diálogos amicales son provocadores, inquietantes siempre acompañados de cerveza. Una especie de cerveza de avena fermentada era el alimento de los talleres textiles de la Inglaterra Victoriana. La cerveza suministraba energía a la fuerza obrera y a todas las familias pobres en los esfuerzos de subsistencia. Mención especial en este hato de recuerdos y de historias tienen los escritores Rigoberto Meza Chunga, Houdini Guerrero “el poeta caminante o el caminante poeta” y Wilmer Rojas en su viaje a Chile al encuentro “Juntémonos en Chile”.

Personajes como Enrique Cassinelli Pretell productor de Canada Dry , una soda cuyo sabor y aroma todos recuerdan. El Cura Arias de Loja vinculado a los Leigh-Arias. Un emprendedor con garra como Segundo Rugel cuyo empuje y tenacidad confirió prestigio y representatividad a la Cámara de Comercio de Sullana. Los relatos evocan con reiterada gratitud la educación impartida por los Hermanos Maristas en el Colegio Santa Rosa y el de las Hermanas Carmelitas de la Caridad del Colegio Santa Úrsula.

Junto a personajes de grata recordación como Napo Montalbán, Víctor Piedra Magliola, Fernando Reusche entre los recuerdos son un invalorable patrimonio. Según refiere el Capitán Gaviota tras un emotivo peregrinaje a la tumba de Vallejo y a la Aracataca de García Márquez y esa historia del náufrago Alejandro Velasco Sánchez publicada en las páginas del Espectador (Colombia) son también tema de evocación humana. Este puntual abordaje y tratamiento reflexivo merece una lectura crítica a los problemas nacionales de la Salud, educación, Vivienda en donde tenemos los peores indicadores. La universidad asumida con criterio innovador. La economía asumida con el fomento de la inversión e incentivos tributarios.

“Sin un nivel cultural jamás seremos una sociedad civilizada, coherente, democrática y tolerante”. Tenemos el pleno convencimiento que uno de los méritos de esta crónica es la mentalidad liberadora y emprendedora que conduce a la autonomía económica y desarrollo social. ¿Qué tipo de sociedad queremos? Sin corrupción, sin envidia, sociedad en donde todas las energías y todas las sangres puedan unirse para ascender al primer mundo. Una sociedad en la que el Estado y la iniciativa privada se juntan por el bien común. Sin democracia, libertad, ética y responsabilidad no es posible el progreso, el cambio y la transformación.

Una sociedad de derechos, deberes y obligaciones. Ilustra el autor con un ejemplo rico en significación. Así como maestros lectores tienen alumnos lectores, padres lectores tienen hijos lectores, por extensión padres honestos tienen hijos honestos, padres trabajadores tienen hijos trabajadores, padres sembradores tienen hijos sembradores de bien en todas partes. Este es un desafío legítimo. Sin duda esta lúcida visión del cambio genuino es en esencia la contribución del maestro que forma ciudadanos responsables a decir de Hanmath Arendt. O la enseñanza con la vida misma que buscaba apasionadamente Simón Rodríguez el maestro de Bolívar. El cronista Enrique Temprano y su inseparable amigo Skipman el Vikingo son los actores de una aventura inolvidable que se puede leer de un tirón con el estilo siempre fresco de su autor.

Diario El Regional de Piura
 

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