Por: Fernando Brossard Del Rosario. Una triste verdad enfrenta gran parte de vecinos de la ciudad de Sullana por la agresión casi diaria de las llamadas peñas o discotecas o simplemente de negocios de venta de alcohol hasta la madrugada. La causa indudable, la inercia, ineptitud o complicidad de las autoridades responsables de la vida, salud, o bienestar de los vecinos: la municipalidad.
Francisco Alcocer Calle, vecino de la calle Champagnat y de la asociación de vecinos “Santa María” describe su tragedia expresándose “soy un anciano de 76 años de edad, enfermo del corazón que suplica a los propietarios de la llamada “Peña del Carajo” y a los funcionarios de la Municipalidad Provincial de Sullana, me dejen vivir en paz. No puedo dormir y mi vida está en alto riesgo de acabarse por culpa de los altos volúmenes de las orquestas hasta la madrugada. Por favor ayúdenme”. Se suma a esto una madre que evidencia sufrimiento e indignación ya que es afectada junto a sus tres menores hijos.
Alcocer se expresó así en reunión convocada este último viernes frente a los funcionarios de la municipalidad comprometidos con la solución de este problema, en la que se reafirmó lo conocido: ineptitud, falta de decisión y temor. Muy aparte la corrupción denunciada anteriormente.
Se refrescó la información que precisa que estos negocios deben ser clausurados por no contar con las llamadas barreras acústicas. Este requisito y su cumplimiento están normados expresamente, no se cumple. Por otro lado a 15, 20 y 25 metros se ubican respectivamente tres instituciones educativas, una de menores, otra es SENATI y también el Instituto Tecnológico Juan J. Farfán que significan también limitaciones normativas para la operación de estos negocios.
Alcocer suplica en dicha reunión “cómo es posible que unos se llenen los bolsillos de plata mientras otros sufren. Entiéndannos por favor, ayúdennos”. Al frente las miradas frías de los funcionarios se cruzaban entre sí.
Hora y media después concluye la reunión con el acuerdo que compromete citar a los dueños de estos negocios para conversar una salida al problema frente a la incapacidad de actuar con la ley que implica la clausura inmediata.
El acuerdo incluía la disposición que mientras se llega a negociar la salida al problema inmediatamente se iba a comunicar a los dueños que suspendan sus actividades musicales bailables.
El desenlace, ese mismo día casi a media noche recibía la llamada de Francisco Alcocer, solicitando ayuda pues el acuerdo de suspensión de las actividades de estos negocios mientras se realice la reunión de conciliación no había servido para nada. Y por último media decena de funcionarios esperaron en vano. Nadie de los cuestionados empresarios acudió a la citación en busca de soluciones.