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Incinerando y botando cenizas del difunto Abimael Guzmán Reynoso

Editorial
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ERP. Abimael Guzmán Reynoso, falleció el 11 de septiembre, un día antes de su captura. Desde la icónica imagen enrejado y con traje a rayas pasaron 29 años y se ha mantenido vigente por los procesos penales que cada cierto tiempo, lo ponían en portada. De aquel homicida, responsable de miles de muertos, solo quedó el verbo y su organización terrorista fue desarticulada por el Estado peruano.

Tras la muerte de Guzmán, el debate se centra en quien recibirá los restos del criminal o si el Estado dispone de ellos. Muchos han referido lo que se hizo en casos similares y se habla de la posibilidad de botar en el mar sus cenizas, para evitar todo vestigio físico que lleve a una innecesaria veneración y por ende de la apología de actos que jamás deberían repetirse.

Recordemos que tras la detención se le encerró en la Base Naval para que purgue cadena perpetua, es decir para que muera en la cárcel; sin embargo, el Estado jamás se preocupó de definir que hacer con su cuerpo cuando muera. De acuerdo a los protocolos, si fuera una persona común y corriente, debería ser entregado a sus familiares; sin embargo, la connotación dada amerita adoptar otras medidas, de tal manera que se evite crear el mito.

Abimael Guzmán, hizo de sus ideas un motivo de matanza, se ensañó con poblaciones pobres, niños, niñas y autoridades de poblaciones alejadas; pero igualmente, trabajó para adoctrinar a poblaciones urbanas, sobre todo de jóvenes, quienes creyeron que el camino seguido era justificado. Nadie puede justificar la muerte como mecanismo de persuasión, al contrario, merece el rechazo total.

Tras la muerte de Guzmán, existe la posibilidad que se le convierta en mito y que se encuentre un lugar de veneración. Se ha visto, que los 29 años que han pasado, han servido poco para dar a conocer la real historia del grupo terrorista y la detención de Guzmán, solo ha sido usado como una presea de triunfo; jamás, se pensó en ir más allá y explicar las causas sociales, económicas y políticas que permitieron su creación.

Sendero Luminoso, llevó al país a un caos y un estado de zozobra y violencia; se mató a inocentes y también se afectó a inocentes calificándoles como terroristas. El Estado, adoptó el camino más fácil de la delación y dio resultados; pero nunca se entendió las razones que llevaron a la violencia.

Terminará el debate de si las cenizas se esparcen por el mar; pero, la realidad de las inequidades sociales y económicas, deben ser superadas; es la única manera de consolidar un país que viva en la constante paz. En tanto ello no sucede, el riesgo de falsos iluminados siempre estará latente.

El Perú tiene con Pedro Castillo, la gran oportunidad de encaminar al país, hacia una nueva realidad y como se dijo “No más pobres en un país rico” debe dejar de ser el slogan de campaña electoral y convertirse en el motor de los cambios que peruanos y peruanas necesitan.

Diario El Regional de Piura
 

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