ERP. El 5 de abril de 1992 fue un día aciago para la democracia peruana. Dos años antes, el pueblo peruano totalmente confundido, votó por un personaje que enarboló la frase de “Tecnología, honradez y trabajo”. Alberto Fujimori, quien purga prisión por los delitos cometidos, si tiene actitudes de contrición es posible que se esté lamentando hasta ahora por lo cometido.
Fujimori, fue elegido después que el país quedó envuelto en la peor crisis económica de su historia. La inflación, el desempleo, eran parte de los males heredados que se sumaron a los problemas internacionales. Pese a todo ello, Fujimori, no existiera sino fuera por sectores que antes apoyaron al Apra y a la izquierda y que se unieron para darle la espalda a Mario Vargas Llosa.
Mucho se ha escrito y dicho sobre esta nefasta experiencia y los defensores a ultranza de la misma, incluso hasta ahora bregan para retomar el poder. En sus espaldas llevan no solo los latrocinios del pasado y el quebrantamiento de la institucionalidad, sino igualmente sus propios delitos. Somos una población que no aprende de sus errores y los repite cada lustro.
El 5 de abril de 1992, debe recordarse como el día que los militares le dieron la espalda a la democracia, que permitieron que un personaje oscuro y siniestro, los subordine y que se interrumpa un proceso democrático que devino después de otra dictadura. El uso del poder nunca puede ir más allá de los límites que establece la Constitución, y en este caso, no se tuvo en cuenta en absoluto valores fundamentales.
Esta fecha debe recordarse como aquella que acabó con la Constitución de 1979; con la intromisión en el Poder Judicial, con la violación sistemática de los derechos humanos, con la corrupción generalizada en todos los estamentos del Estado, con la subordinación de los altos mandos militares a un sujeto que llegó al nivel solo de capital, con el autoritarismo, por mencionar algunos elementos.
La democracia peruana es incipiente, porque al igual que otros países débiles, truncaron sus procesos democráticos con golpes de Estado. Sus gobernantes mandaron al cesto el documento principal que regula el funcionamiento de un Estado y que, con mentiras y verdades a medias, aunque el interés era otro, lo tomaron para hacer sus acciones a libre albedrío.
Fujimori, encarna todos los antivalores democráticos, pero igualmente, su carcelería es una evidencia fáctica de lo que sucede con alguien que trasgrede la norma. Se puede vivir el jolgorio de sus desaciertos, realizar acciones que de alguna manera benefician a la población peruana, pero de ninguna manera lograran opacar lo que significa apropiarse del poder, para llevárselo en todas sus posibilidades a sus propios cauces.
Es por eso que el 5 de abril no debe ser pasado por alto y tampoco olvidarse quienes son los culpables de estas acciones. Se encuentran presentes, vivitos, con ansias de retomar el poder y la sociedad peruana se lo está permitiendo. Construyamos valores democráticos, fortalezcamos el sistema como el mejor de todos y mejoremos todas las distorsiones por la vía constitucionales, pero jamás permitamos el rompimiento de la institucionalidad.
Todo puede mejorar con una sólida formación educativa y cultural y depende de líderes comprometidos con el presente y el futuro, pero que jamás olviden los yerros del pasado.