ERP. Alan Gabriel Ludwig García Pérez, dos veces presidente del Perú se encuentra una vez más envuelto en sus presuntos delitos y errores personales y políticos, que los hacen suyos 4 amigos y unos más que le hacen comparsa. Evocando una inexistente persecución política busca huir por la puerta del Uruguay bajo la figura del asilo, aunque para los peruanos es una estratagema que lo libraría de Juan Domingo Pérez.
Después de culminar su segundo mandato se fue hacia España a compartir su nueva juventud y cada cierto tiempo retornaba para dar opiniones de un “político” muy versado y para rendir testimoniales en el Ministerio Público.
De voz aguda y de verbo fácil, de una estatura física poco común para los peruanos, orador en una plaza pública de Piura después de Carlos Roca Cáceres, es el referente más lejano que tengo de este personaje. Antes de ser candidato presidencial en el 85 fue diputado de la República, donde en alguna oportunidad pretendió desafiar al entonces ministro de Economía Manuel Ulloa Elías.
Fue elegido presidente para el período 1985-90, gracias a sus idealismos, juventud y sobre todo a la renuncia de Alfonso Barrantes Lingán. Lo que pudo ser un gobierno para el futuro, comenzó a aplicar medidas desfasadas, cuya catástrofe se verían años después.
Se incentivó el consumo vía mayor circulante en el mercado, en poco tiempo, la teoría se hizo práctica y demostró que su famosa heterodoxia no tenía nada que ver con la mejora de las condiciones de vida de la población. Al contrario, terminamos con la mayor inflación de la cual se tenga recuerdo y los sueldos pulverizados y reconvertidos en miles de billetes sin ningún tipo de valor.
Fernando Olivera Vega, un joven diputado de aquel entonces se abocó a investigarlo. Lo denunció en el Congreso y fuera de él. El tiempo pasó y el 2016 pudo decirle frente a frente y sin emisarios que García Pérez representaba la “Impunidad” y luego, sin pestañear y ante un sorprendido y poco avergonzado candidato presidencial, enumerarle todos los presuntos actos de corrupción en su contra.
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Alan García le enrostran su pasado
Diversos detalles y precisiones sobre las acusaciones contra García Pérez se pueden encontrar en el libro “El caso García” que escribió el excongresista y abogado Pedro Cateriano Bellido.
De García y los actos de corrupción de su primer y segundo gobierno se presume mucho; sin embargo, al mejor estilo de quienes delinquen lo niega una y otra vez, en tanto funcionarios de su gobierno son culpables menos él y su monserga repetida en su cuenta de Twitter así lo expresaba cuando era mencionado como parte de la corrupción de Odebrecht y él escribía sin rubor “Otros se venden, yo no”.
La realidad de las evidencias le demostró que el AG de las anotaciones de Marcelo Odebrecht eran sus siglas. Antes lo negaba con un cinismo impresionante; cuando quedó palpable y no existía forma de mentir, dijo que “Si, pero que no se refería a coima alguna” y en cuanta oportunidad pudo trató de desvirtuar favorecimientos a la empresa brasileña, aunque la obra del Metro de Lima se elevó en su valor inicial gracias a decretos de urgencia firmados por él.
En la última oportunidad, muy confiado como siempre, retornó al Perú y pidió que le demuestren los “imbéciles” que había recibido dinero de Odebrecht y en verdad no pasó mucho y le enrostraron. Una conferencia por 100 mil dólares, organizadas para ayudar a los ex aliados (De Odebrecht), es la primera señal de una realidad que podría ser mucho más letal en su contra con la mayor información que llegará a Perú.
Por solicitud del fiscal José Domingo Pérez, se decidió el impedimento del país, aspecto que lo puso nervioso. "Sería un orgullo estar en mi Patria y sirviendo a mi partido" indicó, horas después se fue a esconder en la embajada de Uruguay. Si antes su palabra tenía escaso valor, en este caso la pulverizó totalmente.
Alan García es un político que tiene problemas con la justicia peruana. Tras el impedimento de salida del país, no tuvo el coraje de Ollanta Humala, tampoco el respeto de las leyes de Pedro Pablo Kuczynski y menos la aceptabilidad de la decisión judicial de Susana Villarán, prefirió después de mentir por enésima vez, pedir asilo diplomático del Uruguay en no disimulada intención de huir de la justicia peruana.
Ese es el García Pérez real, no el de las grandilocuencias y egolatrías; es el que evidencia que una cosa es la estatura física y otra la moral. Una cosa es decir lo que no es y otra la verdad; que son diferentes los valores trascendentes que deben primar frente a lo particular y alevoso. Queda claro que quedará registrado en la historia como el pusilánime que prefirió coger el atajo para salir corriendo por sus miedos construidos.
García ha cavado su propia fosa. Si en las últimas elecciones del 2016 obtuvo un magro 5%, en esta oportunidad se ha llevado consigo, lo que con tanto esfuerzo y valentía construyó Víctor Raúl Haya de la Torre. García ha muerto políticamente y con él, todo hace indicar, el Apra.