ERP/A. Vera. Nunca entablé diálogo con don José Antonio Andrés Salgado. Lo vi múltiples veces en la acera de su vivienda y otras caminando por la urbanización Enrique López Albújar de Sullana, donde residía. Su fallecimiento por lo singular ha concitado atención periodística. Según las noticias fue militar y durante los últimos años se dedicó a los negocios; ni muy viejo ni muy joven, pero lúcido para seguir gozando de la vida; una descarga eléctrica puso un final inesperado y cruel a sus días.
Al nacer, poco a poco vamos tomando conciencia de lo que es la vida y de las veleidades de ella. Esperamos siempre irnos al cumplir nuestro ciclo vital. Sufrir lo menos y tampoco enfermar. Irse tranquilo sin deber nada a nadie y pedir disculpas o perdones cuando existen razones para ello. A veces el fin llega antes y en circunstancias impensadas. Es el destino y la muerte que adviene sin dejarnos posibilidad de mirar siquiera nuestros quereres. .
Sabato escribió un libro "Antes del fin". Eran sus memorias, y muchos hechos mostraban las improntas de la juventud y los dolores causados a Matilde, su esposa. Pasaron muchos años más para que el fin llegue. Su vida fue longeva, pero hizo reflexiones en su libro, como para exorcizarse de sus demonios y de sus pesares. En realidades ajenas a un escritor, la sucesión de recuerdos, deduzco, se van en el momento mismo del partir.
Hace unos dos meses, fui a consumir al Restaurante By Pass de Sullana después de muchos años. Encontré a Wilson Peña Villalta atendiendo a sus clientes y nos saludamos como viejos amigos. Dialogamos de su presente y también de su pasado y de una vieja deuda que pagó con sorpresa un mes de diciembre. "Era lo último que faltaba" me dijo como una premonición. Días después falleció en un trágico accidente.
Con Carlos Carrasco Vásquez nos conocimos en el intento gobiernista de descentralizar Canal 7. Después, su salida inesperada de un medio periodístico, lo acercó a nuestro Diario. Entusiasta, inteligente e hilarante, el café era su bebida preferida y luego de compartir con algún amigo, retornaba a lo suyo. Regresando de Huancabamba hacia Piura, cambió de asiento del posterior al delantero en el tramo final del camino. Una colisión del vehículo en el que viajaba, lo dejó sin vida. El "tigre" vive ahora en la memoria de quienes fuimos sus amigos.
Un día del 2002, Sullana vivía una fiesta electoral. De repente, la Panamericana se comenzó a teñir de rojo, con sucesivos accidentes. Un trabajador de EPS Grau de la Planta El Arenal, retornaba a su vivienda tras su turno. De repente el ómnibus colisiona con otro y pierde estabilidad. El decide arrojarse para salvarse, sin embargo, el pesado vehículo lo aplastó matándolo al instante. Los demás pasajeros, no pasaron del susto.
Luego de las lluvias de 1997-1998; una cariñosa esposa iba a dejar al aeropuerto a su esposo. Lo hizo por el Puente Viejo en el preciso momento que se partía en dos. Ella se salvó milagrosamente, el cuerpo del esposo desapareció en las agua del torrentoso río Piura.
Entre los fallecidos tras la ruptura del Puente Bolognesi de Piura, un señor natural de Tambogrande fue a mirar el volumen de las aguas del río. Meses antes, se debatía entre la vida y la muerte en el Hospital Regional de Piura. Renegaba de su suerte y ya no tenía razones de vida. Se curó y tuvo nuevas emociones que le devolvieron las razones para seguir adelante. Se volvió a enamorar y sentirse a gusto con una pareja, la anterior al saberlo enfermo lo abandonó. Con su nuevo amor partió de este mundo, al caer a las aguas del río Piura.
Tuve un hermano que quiso ser sacerdote. Sus excentricismos infantiles lo hicieron popular desde muy niño. Era fácil para él, hacer de cómico en circos circunstanciales que llegaban a la ciudad. "Rocotito" fue creciendo y un día partió hacia Arequipa. Las cartas a mi madre un mes después de su partida son acongojantes. Aún con las penas a cuesta, escribió que regresaría siendo profesional. Cinco años en el Seminario y uno para fortalecer su fe. Regresa a Piura y después retorna por una urgencia hacia Arequipa. Fue su partida definitiva, la próxima noticia que recibimos fue el de su fallecimiento.
El destino, el sino, o el devenir, nos lleva por caminos espontáneos. En esos contextos, hacemos cosas y conocemos personas; actuamos muchas veces bien y otras tantas nos equivocamos. Así pasan los días, viviendo sin pensar que uno de ellos, puede ser nuestro fin. Contra esa posibilidad no podemos hacer nada, no valen ni los lamentos ni las imploraciones. Tampoco los ruegos y las oraciones.
Las partidas o muertes en plenitud son dolorosas. Bastaría realizar una retrospectiva de nuestros familiares y amigos que partieron abruptamente y analizar nuestros sentimientos y emociones del momento. Sin duda, que un fin inesperado nos conmociona y lo renegamos siempre.
Sin embargo, el presente es la vida y el futuro siempre será incierto. Un día, en una hora determinada, en un lugar no planificado, pueda que uno mismo deje de escribir para siempre, porque así el sino lo quiso.