ERP. La primera experiencia de delegación del poder a las autoridades en Hispanoamérica se vivió con la delegación de poder a los alcaldes, que dieron paso a los cabildos constitucionales, mientras se marcaba el fin de los cabildos tradicionales.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia del Jurado Nacional de Elecciones
Sin embargo esta luz en el camino de la democracia, pronto habría de llenarse de una gran sombra, cuando el restituido monarca Fernando VIII, restableció el absolutismo, el 4 de mayo de 1814. Para entonces ya en Piura se había elegido alcaldes a fines de 1812 y en diciembre de 1813, en medio de estas fiestas populares motivadoras, que llevaron a los sullaneros a exigir que se autorice el funcionamiento de un cabildo constitucional, dado el número de población, que ya no justificaba la existencia solamente de un cabildo de naturales. Y así fue, se logró un cabildo constitucional, que funcionó solamente en 1814.
Y en efecto, la novedad de la Constitución de Cádiz, y el comunicado del virrey Abascal, hizo que esta se jurara en Piura y en los pueblos de su interior, como había ocurrido también en todo el virreinato, a medida que se recibía el mandato virreinal, experimentándose esta delegación del poder a los alcaldes y regidores, que no excluía a los analfabetos de participar, y tampoco a los indígenas y a los negros libertos.
Era la novedad de los tiempos, que había despertado de un gran letargo a los varones mayores de 25 años, considerados ciudadanos, y aptos para votar, de acuerdo a determinadas condiciones, hasta que en la fecha mencionada, Fernando VII restauró la monarquía absoluta, tras el desconocimiento a la Constitución de Cádiz, ese instrumento jurídico que había convertido a los súbditos en ciudadanos.
Demás estuvo la medida del soberano, porque ya en los hombres de las américas se había quedado ese deseo de elegir libremente a las autoridades, y se sumó al deseo sustentable de independencia, de modo que asociados estos propósitos, el fin del gobierno español se avecinaba, y ya nada podía detener la independencia de casi todo un continente.
Todo esto nos hace recordar la invasión de los franceses a España, la presencia de Napoleón Bonaparte y el apresamiento de la corte imperial, el protagonismo de la farsa de Bayona con la abdicación de Carlos IV a favor de Fernando VII, seguida por la toma del poder por uno de los hermanos de Bonaparte, familia que dueña de la situación, empezó un gobierno que no duraría muchos años.
Frente a esta situación los americanos formaron esas juntas en apariencia leales al Rey, algunas, y separatistas las otras. Todo se había sucedido a una velocidad increíble en Europa, mientras la América hispana aceleró a pasos agigantados su tránsito a la libertad e independencia.
Las elecciones de los cabildos constitucionales desde fines de 1812 generaron una expansión del espíritu libre para elegir a los cabildantes, era una novísima forma de delegar poder que no privaba de participar a los antiguos excluidos, podríamos decir que fueron los primeros asomos de esa práctica democrática que significa en el siglo XXI elegir a las autoridades, sin embargo esto no duraría ni dos años.
La vuelta de Fernando VII al trono español significó ese recorte de lo discutido y aprobado en la Constituyente de Cádiz, con participación de los diputados de los dominios hispanos en América y Filipinas. Es decir, se volvió a la “normalidad” de varios siglos, sin embargo la coyuntura vivida multiplicaría lo que ya era inevitable.
En 1820 Fernando VII aceptó la Constitución de Cádiz de 1812, quizá como estrategia para frenar el espíritu de libertad e independencia, sin que se consumaran sus deseos y los de todos los realistas en España y América. Ya todo estaba consumado para el imperio español, y pronto perdería a la mayor parte de sus colonias.