ERP (Por: Miguel Godos Curay) Gracias a la vida que me ha dado tanto… empiezan los versos de la canción de Violeta Parra. Me ha dado la risa y me ha dado el llanto, golpe a golpe, el verso nos sacude. La polaridad de la existencia. Los dos caminos terrenales, subyugan, muerden. La soledad infinita recorre nuestro ser íntimo porque la cuenta no se detiene. Con las yemas de los dedos impregnados en tinta. Tratando de descifrar los misterios del libro de la vida.
El camino es corto o es largo. Culebrero como en la cumbia colombiana. Caminito que el tiempo ha borrado dice el tango de Gardel. Nuestras vidas son los ríos que van a la mar que es el morir… escribe el poeta Jorge Manrique en las indelebles coplas a la muerte de su padre. Pura la sustancia, filosófica la esencia. Sustancia Perú. Esencia Perú. ¿Cómo dueles? Te vas con lo que tienes puesto. Domingo Seminario, advierte, sólo te llevas la tierra que se mete bajo las uñas. No hay más. La luz crepuscular desaparece cuando ya no estás. Perú tienes vocación de justicia y eternidad.
Por eso, gracias a la vida y a todas las tristezas. Gracias a la alegría del nacer en esta tierra bendita con un llanto sonoro. Gracias por estremecer los estadios y los sismógrafos con un gol para el mundial. Gracias por estar aquí en la trinchera invocando con justicia buena salud y educación para todos. Gracias por no discriminar. Este problema se resuelve educando a los que menos tienen. Gracias por creer en la necesidad de una vida digna para todos. Gracias porque se vislumbran profundos e irreversibles cambios. El Perú sin buena educación y salud no tiene futuro. Sí a la inversión que comparte beneficios con los dueños de los minerales ocultos en las entrañas de la tierra y extrae el petróleo. Si a la inversión que extrae proteína del mar y la pone en la mesa popular a precio justo. Si a la inversión que no rompe bolsillos utilizando negociados corruptos.
Gracias a los recuerdos, gracias a los amigos por todas las ocasiones que abrieron cauce a la felicidad. Gracias a la ternura de mamá y a ese protector instinto de papá. Gracias a todos mis hermanos, a mis tías innumerables y tíos trotamundos, a mis primos de todos los tamaños. Al recuerdo inolvidable de los abuelos con sus historias interminables itinerario de gloria detenido en las fotos familiares. Gracias, porque todo el Perú es un gran agradecer. Gracias a todos mis alumnos, a los buenos y a los malos. A los generosos y a los desmemoriados.
Los que cuando te miran en la mesa de un chifa te ignoran porque eres invisible. Se olvidaron de la cortesía y no saludan. Los que te escriben porque recuerdan. Los que se regocijan con los males y constatan que tienes tantas vidas como el gato. Los que sienten en la noche serena mis recados. Los que odian gratuitamente porque su presunción no tiene límites.
Los que descubres copiando y aún guardas sus acordeones diminutos con reducciones del curso completo. No los olvidamos nunca. Nuestro conjuro del olvido es el recuerdo inolvidable. No existe el olvido cuando agradecemos a la vida el haber tatuado a fuego en la inteligencia juvenil las enseñanzas de la vida y repetir como el poeta: Yo sólo digo mi canción quien conmigo va. No hay palabras mayores para dar forma a la gratitud. Por todo ello gracias Perú inventor del maíz y de la papa, del olluco y de la oca. Escribe el poeta Alberto Hidalgo. País donde la riqueza minera está en manos ajenas. Y a los pobres despojaron de la tierra.
Gracias al espermatozoide que nos dio a la vida y al ovulo que lo acogió amorosamente. Así surgió el código genético con el que hoy habla la heredad. Así nació en este país la peruanidad. Gracias a las sagradas familias por su energía y fuerza sobrenatural. Esas oraciones de madres que provocan la magia y el regusto por la vida. Esas ideas que al escribir no se detienen. Humildad a borbotones no te agotas y como el torrente que empieza con un hilo diminuto en las alturas hasta convertirse en sonoro torrente en los verdes valles.
Palabras, silencios, gestos tan amables son puros sentimientos. No olvidamos a los ausentes. De Octavio tengo uno de sus libros y lo leo cuando me siento sólo. Cada libro tiene una huella humana. Un autógrafo memorable como el del arqueólogo liberteño Cristóbal Campana cuyas cenizas fueron esparcidas en las aguas del Río Moche. El de Augusto Tamayo recorriendo Paita. Las cenizas de Miguel Gutiérrez tienen el encendido aroma de la tierra de Piura como la flor de la ceniza del algarrobo que cura las heridas y las cicatriza. No necesitas tantas palabras para decirlo si tienes al Perú en la conciencia. La esencia del recuerdo es el significado vivo de la querencia. El momento detenido en cada rincón embanderado de la ciudad. El silencio mudo de la patriótica soledad.
Mientras te solazas con la lectura. Mientras te nutres del peruano alimento. El arte culinario resume en cada cucharada de sopa las cotidianas ganas de vivir. El cebiche bien sirve para bien morir entre limones, cebolla y ají. La vida es un poema que hace fértil la letra con la que se escribe a cada hora, cada minuto, cada segundo de existir. Sentimos dolor, se anudan las palabras. cuando los amigos se van. El dulce sabor de la chirimoya y la fragancia de las guayabas, dicen. No se vayan. Balbuceando tenemos que escribir. Evocando a los ausentes.
Sentir estremecerse el alma como si del libro que leemos le arrancaran las páginas. Marcial Quintana, César Zapata también se han ido sin avisar. No hay Frente Cívico que con vigor reclame con la bandera en la mano en el atrio de la Catedral. Piura: ¿Es acaso la ciudad de los patrióticos indiferentes? ¿A Piura se le apagó la voz y ya no grita somos libres seámoslo siempre? El miedo nos carcome mientras se acumula la indignación y la rabia. Señora Ministra de Salud ¿qué hacemos en este país que por trabajar se infecta? Piura duele. Piura huele, Piura teme al virus de la pandemia. Piura se queda sin latidos en la Unidad de Cuidados Intensivos. Morirse en Piura es un parpadeo infeliz de ordenador. Una voz que se apaga y nadie escucha en medio del desierto. Un bote al garete en el mar de Sechura. Un faro que se extingue en los arrecifes de Paita.
Somos habitantes insomnes de la noche. Sintiendo al aire fresco del invierno. Contemplando las luces de la ciudad esperando con ilusión el día de la patria. Pidiendo a Dios que proteja a los niños y a sus madres, a los abuelos y a quienes los cuidan con cariño porque son un momento de ensueño en este Perú del oro más valioso del planeta llamado lealtad. La fidelidad de las mascotas nos llena el corazón de la compañía fiel cuando como en la fuga del tondero se marchan las palabras y empiezas a conversar solo con el muro enorme de tu soledad. Todo nos conmueve el peregrinar por el infinito camino de las hormigas en paso de desfile porque es 28 de julio. Los trinos de los pajaritos cuando los rayos del sol entibian la mañana. El aroma de las peras y las limas impregnados en el mantel bordado, rojo y blanco, con primor.
La muerte huele a hipoclorito de sodio. Los muertos suman cientos por encima de las estadísticas oficiales. Ganancia de las funerarias. Ganancia de los entierra muertos. El SIS comparte y reparte. Los comisionistas de la muerte acumulan fortuna como si la muerte fuera meterte en una caja de fósforos. Lo mismo sucedió a Judas Iscariote con las treinta monedas de plata por las que vendió al Señor. Dicen, los Hechos de los Apóstoles, el traidor compró un terreno, un pedazo de tierra, un lote, en lenguaje comercial, en cuyo recorrido resbaló el traidor cayendo de cabeza y sus entrañas se derramaron. Se sacó el alma en peruano. La plata que viene de los muertos huele a tumba fría. Y en manos ajenas se sigue muriendo todavía.
El filósofo español José Luis López Aranguren (1909-1966). Dice que el lenguaje de la muerte se concreta en cinco actitudes: la muerte apropiada, la muerte eludida, la absurda, la negada y la buscada. La muerte apropiada es aquella que forma parte constitutiva de la vida y del hombre. Nacimos para morir, pero no, antes de tiempo. La muerte negada es siempre para los otros que son los que dan sentido a mi vida o recuerdan el no estar presente. La muerte absurda tiene como correlato a Sartre quien sostiene que la muerte priva a la vida de todo sentido. Este sentido trágico de la muerte nos abandona entre la nada absoluta o como señala Aranguren ante la presencia de Dios. La muerte en el Perú tiene el rango de dolor y ausencia. De plañir y de pelear la herencia. De celebrar con dolor la ajena presencia. De comer y beber, somos creyentes del alma frente a sus deudos en la rememoración del dolor. Duele el corazón de tal manera dice el vals, late el dolor sordo hasta desbordarse como un huayco de emociones. El dolor tiene su propia rabia y se expresa en quejidos.
Dice San Pablo morimos ante Dios y vamos hacia Dios lo que da plenitud de sentido al morir. La muerte eludida es una ocultación deliberada del morir recurriendo a la ciencia médica, muchas veces, dando falsas esperanzas al moribundo. Otra forma de evasión sutil es el maquillaje del muerto como si estuviera vivo. Ignorando que el sentido de cadáver es el ser alimento para los gusanos. El muerto embellecido es una apariencia de vitalidad ausente. Una especie de muerte negada. Otra es la muerte buscada para poner fin a la propia existencia de modo radical. El suicidio es siempre perturbador pues se pierde de antemano el amor por la vida. La muerte es también pre-ocupación de ordinario nadie piensa en morirse. Pre-ocuparse no sólo es un acto humano de anticipación sino el ser conscientes de nuestra finitud existencial. El aceptar la muerte como un acontecimiento natural. En Perú es cosa seria la muerte. Porque como dicen en Chulucanas: Se están muriendo como moscas por el Covid. Y se han ido muchos que antes no se habían muerto.
Frente a la muerte se enfilan los recuerdos. Nada de lo que tienes y atesoras te llevas pues no somos el Señor de Sipan sepultado con guardianes, allegados y hasta sus perros. Todo se esfuma. Tus libros quedan para que alguien los lea con tu afiebrada pasión. Tus luchas inagotables, tus sueños, tus deseos vehementes, la belleza deseada, tus rincones preferidos, las tazas de café y las tostadas con mantequilla y mermelada, los coloridos cebiches de peje blanco, pulpo o percebes, las rocas hablantinas de la playa acariciadas sensualmente por las olas. Todo se hace nada. El aire de cumbre en el páramo, el olor a oveja del poncho, el calor del fogón de la casa de adobones y el queso secado con el vaho tibio de las brasas. La trenza de la abuela perfumada con Agua Florida de Murray y Lanman. Los frasquitos de Ramillete de Novia y Tabú que sorbe el chamán de las Huaringas. Todo tiene aroma. El guás reseco que enfría la chicha en la taberna. El aroma de pañal y colonia Mennen o Johnson. La Thimolina Leonard para conjurar las fiebres. Todo huele: la casona antigua, la panadería que acompaña el humo de leña verde. El sombrero de paño del abuelo. La naftalina del viejo ropero. La botella de algarrobina recién destapada. La canelita espolvoreada sobre la mazamorra. Los billetes nuevos. La estampita tantas veces besada por la beata. Todo como en la magia desaparece. Nada por aquí, nada por allá. Nada por acá. No hay nada.
Tú eliges. Si no lo haces otros eligen por ti nicho o crematorio. En algunos rincones del planeta las cenizas fertilizan el campo en donde se plantan árboles con el nombre del difunto y lo riegan para mantener vigente tu recuerdo. Lo propio se podría hacer aquí. Una hazaña es el fertilizar con los que queda las raíces de un algarrobo ahí donde fabricaste tus sueños.
Perú, hoy 28 de julio, registra 18, 418 muertos. Piura 1, 246. Los guarismos, superan a los caídos en las épicas luchas por la libertad de la patria. En Perú no se puede maquillar la muerte cuando la gente lleva la cuenta con los dedos como si fueran ciruelas amontonadas en rumos de cuartilla. La guerra del Pacífico costó aproximadamente 15 mil muertos entre los que estaba lo más valioso de la juventud peruana. Otros saqueaban el erario. El terrorismo mató a 60 mil peruanos. Es el reguero de sangre el viejito ideólogo nos dejó en las calles.
Hoy teme al Corona Virus en el seguro encierro. Hoy 28 de julio el Perú: Firme y Feliz por la unión. La frase la acuñó José Gregorio Paredes y apareció en las monedas de oro de 8 escudos de 1826 y plata de 8 reales de 1825. Fieles a los padres fundadores de la patria. Bien nos hace estar unidos. Pero como dice el pueblo: Eso sí, juntos, pero no revueltos. Dice el poeta Marco Martos: <<No es este tu país /porque conozcas sus linderos, / ni por el idioma común, / ni por los nombres de los muertos. / Es este tu país, /porque si tuvieras que hacerlo, / lo elegirías de nuevo/para construir aquí/ todos tus sueños.>>. ¡Gracias Perú!