ERP/N.Peñaherrera. ¿Los hechos recientes donde policías están presuntamente involucrados en estructuras delictivas –o sea, bandas- están abonando la anarquía?
Como recordarás, una de las cosas que más le gusta a la gente sobre mis conferencias, es la parte en la que hablo sobre la necesidad de predicar con el ejemplo.
Se supone que un policía es la persona a la que le confiamos nuestra seguridad, con la finalidad de que nos proteja de las personas que quieren atentar contra nuestra vida y dignidad. Muchas veces, contra nosotros y nosotras cuando nos volvemos una amenaza contra esa vida y esa dignidad, especialmente si es la ajena.
Pero, ¿qué haces cuando quien te protege se convierte en tu amenaza?
Tus opciones son imponértele o escapar. Según los protocolos de seguridad de varios respetados asesores a nivel mundial, la segunda opción tiene más posibilidades de éxito.
Me estoy figurando el impacto que la presunta actuación de estos policías tendrá en la juventud.
Como sabes, es la edad en la que crees que nada te hará daño (y siempre sueles equivocarte).
Imagínate que, durante una intervención, uno de estos jóvenes se le envalentone a un policía, y le mande un "¿y tú quién eres para detenerme si eres peor que yo?". Ufff, ¡fuerte!
Si el policía es de vocación y no tiene las secuelas psiquiátricas que deja el entrenamiento que recibe, mínimo que se derrumbará cuando esté en privado. Pero si es de los otros, será lo mismo que reclamarle blandura a un trozo de roca.
En este sentido, ¿cuál es el ejemplo que se da a los y las policías jóvenes, quienes, dicho sea de paso, reciben un trato pésimo en sus escuelas de formación (por lo menos, en Sullana, eso se ha informado)?
Para nada estoy a favor de que prescindamos de la Policía. En un esquema democrático, es necesario que un grupo de ciudadanos y ciudadanas se especialice al máximo en preservar el orden interno y la seguridad para beneficio de toda la comunidad.
Pero el chiste es pasar del concepto abstracto a la práctica cotidiana.
Lo que yo creo es que se debe repensar los aspectos actitudinales de los y las policías, no de la Policía (pues sería incoherente con la idea del párrafo anterior), con la finalidad de que vuelvan a ganarse ese respeto que concede la autoridad, que se ganen esa categoría de 'autoridad' sin tacha de ningún tipo.
Y como siempre insisto, no se trata de meterle moralina a todo, sino de emplear el sentido menos usado del ser humano: el sentido común. ¿empezamos?
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)