ERP/ Nelson Peñaherrera Castillo. Dos sismos muy fuertes se produjeron en Chile este miércoles al atardecer (hora peruana). Los dos por encima de la barrera de los siete grados de magnitud en la escala de Richter.
Cuando un sismo supera ese límite y se produce en el mar, forzosamente genera un alerta de tsunami o maremoto. Si revisas el sitio de reportes del Instituto Geofísico del Perú (IGP), allí figura la anotación.
Un alerta de tsunami implica que si estás en la playa, sin necesidad de que te rueguen para que evacúes, debes hacerlo por tu cuenta con tal de prevenir.
Se salga o no se salga el mar, el ejercicio salva vidas.
Causa y efecto. Ese es el principio de cualquier protocolo de prevención en cualquier lugar donde la población está debidamente informada y preparada.
Chile demostró el miércoles que tiene organismos de gobierno con las cosas claras cuando la tierra tiembla, que sus medios de comunicación no alientan el pánico ni salen despavoridos ni arman un melodrama en vivo, y que tiene comunidades que suben tan alto como puedan para evitar que el mar se los trague.
Aunque Perú no fue el epicentro, sí tenía un alerta de tsunami vigente.
Los organismos gubernamentales se contradijeron y tenían sus redes sociales más desactualizadas que ermitaño, los medios de comunicación creaban las más delirantes teorías sobre tectónica de placas e hidrografía (y se desmentían entre sí), y la gente estaba más pendiente si Natalia Málaga espetaba un ¡mierda!
A pesar de los alertas de tsunami, muchos alcaldes de localidades litorales –a la sazón, presidentes de los Comités Provinciales de Defensa Civil- brillaron por su ausencia.
Por lo menos sé que en Máncora y Los Órganos, era más fácil encontrar un porro que alguna autoridad con información y protocolos claros en caso de emergencia.
Chile volvió a darnos una patada ya sabes dónde con la experiencia del miércoles. Nos quejamos mucho de cómo se mete hasta en nuestras decisiones de compra, pero no somos conscientes de cómo lo ha logrado.
Su reacción durante el sismo nos reveló el secreto: información, organización, preparación.
A nuestros funcionarios regionales, quienes creen en el dios ENDES y se hacen bolas interpretando procedimientos simples, aquí tienen una matriz que jamás deben olvidar: IPP. Nada que ver con cierto instituto de publicidad, o, quién sabe, a lo mejor podrían crear una campaña llamada ‘No seas monse. Aléjate de la playa si hay alerta de tsunami’.
El problema es que somos bien monses. Luego, lloramos, nos lamentamos y hasta culpamos a Dios “porque nos envía estas desgracias”.
¡Por Dios! ¿Cuándo aprenderemos?
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