ERP. A casi un año de la implementación de cuarentenas en todo el mundo, el traslado casi obligatorio al espacio digital ha generado o agudizado serios problemas en la salud integral de las personas, explica Tania Guimac, psicóloga organizacional y profesora de la Universidad de Piura.
En efecto, uno de los grandes cambios, generados por estos tiempos de pandemia del COVID-19, es la migración, casi total, de las actividades humanas al espacio digital: el trabajo, el estudio, las celebraciones y transacciones comerciales se han trasladado a las pantallas de un dispositivo tecnológico ante la necesidad de quedarse en casa para evitar la propagación del coronavirus.
Según el estudio de Benchmarking de Recursos Humanos- COVID-19 de PwC, para julio del 2020, el 98% de las empresas peruanas operaba bajo la modalidad de teletrabajo. En cuanto a las actividades educativas, colegios, institutos y universidades migraron a las clases virtuales, y podrían permanecer de esta manera por varios meses más.
Al respecto, Guimac advierte que “la interacción no saludable con la tecnología, principalmente por la sobreexposición a dispositivos electrónicos, desencadena cuadros ansiosos, comportamientos compulsivos, alteraciones del descanso y la atención, problemas de postura, entre otros muchos efectos. A esto le denominamos tecnoestrés”, explica.
¿Cómo reconocer el tecnoestrés?
La psicóloga refiere que muchas de las molestias físicas o emocionales que experimentamos en el día a día, y que relacionamos al cansancio o fatiga normales del trabajo o el estudio, pueden ser signos de que padecemos tecnoestrés.
Indica que, por ejemplo, el dolor de cabeza o cefalea constante podría ser causado por la excesiva exposición a las pantallas; nuestra vista se cansa, los músculos de nuestro cuello, espalda y brazos se tensan y nos obligan a mantener una postura permanentemente contraída, dice.
Otro signo, señala la profesora de la UDEP, es la pérdida de apetito, que podría derivar en gastritis. “Este síntoma aparece porque olvidamos o postergamos nuestras necesidades con el objetivo de no desatender lo que está sucediendo en la pantalla. El insomnio recurrente es otro síntoma, cuando se padece de tecnoestrés. Nuestro “reloj biológico” se altera y estamos en alerta por la noche y, al mismo tiempo, experimentamos adormecimiento o fatiga durante el día.
Para combatir el tecnoestrés
Tania Guimac señala que para combatir este mal se requiere: reaprender cómo descansar realmente, crear hábitos saludables y fortalecer nuestras relaciones con los demás. Además, da algunas recomendaciones para lograrlo:
Limite el uso de redes sociales. Ocultar las notificaciones de likes, comentarios o los DM cuando nuestra atención debe estar centrada en el trabajo, estudio, tareas domésticas, etc.
Evite usar el celular u otro dispositivo antes de dormir y al levantarse. La poca luz de la noche propicia nuestro descanso y nos comunica que es hora de dormir; la luz de las pantallas trastoca este ciclo. También es importante que nosotros determinemos el inicio de nuestro día y no una notificación en el celular. Antes de mirar o responder mensajes, estirémonos, tendamos nuestra cama o tomemos desayuno.
Vaya a la mesa sin celular, durante las comidas. Esta es una buena práctica si se vive para compartir los momentos con la familia.
Desintoxíquese de la tecnología. Desconéctese por algunos periodos de tiempo, siempre y cuando no afecte sus responsabilidades de trabajo o estudio. Sobre todo, en algunos fines de semana o cuando se está de vacaciones. Es parte del descanso.
Pase tiempo con las personas que comparte vivienda. La relación con los demás enriquece nuestras vidas, al compartir, al dar o recibir consejos o al enseñar o aprender, etc.
Practique la atención plena o mindfulness. Es importante poner toda nuestra atención en lo que realizamos. Evite el multitasking en tareas que no lo requieran, como cocinar o leer, esto fortalece nuestra concentración.
Para superar o evitar el tecnoestrés, lo más importante es recordar que las personas controlamos los dispositivos tecnológicos y no al revés. No permitamos que el uso de estos interrumpa o entorpezca nuestras actividades, concluye la psicóloga.