ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Nuestra casa se levantó en medio del desierto en 1960, el paisaje frente a nosotros era desolador, estábamos entre la vida y la muerte, se lotizó los terrenos por un acuerdo municipal, se procedió a la venta, y mis padres eligieron uno en esos espacios que se llamó Lotización Santa Rosa, pero como de costumbre, las autoridades no previeron, ni siquiera fuentes a de agua cercanas para el abastecimiento, ya que era imposible contar con redes domiciliarias.
Mi padre procedía de Talara, había vivido en Negritos, espacios urbanos que no solo tenías agua, luz y desagüe de manera permanente, también estaban provistos de gas doméstico que circulaba por las cañerías y evitaba el consumo de kerosene, que cambio drástico debió ser para él, ver cocinas de leña y carbón, y carecer de alumbrado eléctrico las 24 horas del día.
Médanos y dunas frente a nuestra casa, y varios de ellos reverdecidos por la rastrera “mano de ratón” que crecía pese a la falta de agua, era como la “siempre viva”, esa florecita que no fenece rápidamente como otras flores, sino que se mantiene siempre abierta como si fuera una flor artificial. Qué tiempos tan difíciles de volver a replicar.
Quizá los moradores de la Lotización Santa Rosa fueron atraídos por los cantos de sirena de la modernización de la ciudad que crecía, suponiéndose, como lo recuerda César Leigh, que la expansión debió promoverse hacia el lado opuesto, orientándola desde el cementerio hacia El Cucho, por la gravedad misma que facilitaría el abastecimiento del agua, pero se promovió el crecimiento en sentido contrario a como lo recomendaba el discernimiento frente a la realidad.
Sullana creció poblacionalmente, hasta convertirse en la octava ciudad de la República, después de Lima, Arequipa, Trujillo, Piura, Chimbote, Chiclayo, y Huancayo; después de ella estaban Iquitos y Juliaca, tres ciudades que no eran capitales departamentales, estaban entre las 10 más pobladas del Perú en 1980.
Hoy, la ciudad sigue creciendo, pero, las evidencias del desarrollo donde están, por lo menos no a la par con su crecimiento. Lo que si hemos visto, y nos llama mucho la atención, es el trabajo desde el equipo de Sergio Zegarra Pezo, que lucha desesperadamente por cubrir de verde a la ciudad, lo consideramos el hombre del año en Sullana del 2015, y bien creo que ha seguido siendo el del 2016.
Admirado por el trabajo que realiza el equipo con este capitán, me diría en su momento Juan Uriol, que si hubiese 5 Sergio Zegarra Pezo en Sullana, el casco urbano de La Perla del Chira sería otro. Sullana es grande, sus hijos piensan en ella y en ellos, creo que bien vale la pena, que tenemos que pensar en todos, y no solo en nosotros mismos.
Diría hace más de 100 años, un corresponsal del diario capitalino, El Comercio, periodista radicado en Piura: “cambiar a los piuranos, no es cosa de las instituciones, sino de los tiempos”. Ojalá que el año que comenzamos el domingo pasado, nos mueva a reflexionar sobre horizontes proyectados hacia el futuro, pensando en todos nosotros, en todos los sullaneros y sus necesidades, si se trata de la localidad, y en la región y en nuestra patria, si se trata de otros horizontes.