ERP. Qué feo es que te sientes a dialogar con alguien para solucionar cualquier inconveniente ydescubrir que no hay sintonía ni siquiera en una frecuencia alterna. Por más esfuerzo que hagas para plantear el problema y bocetear una solución, es frustrantte descubrir que la otra parte ni lo uno, ni lo otro, ni siquiera todo lo contrario. ¿Aló, Huacho? No, señor; contesta Huanchaco. Entonces, si el canal de comunicación es disfuncional, ¿qué acuerdos mínimos podrías tomar?
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Periodista
Eso pasó el martes 5 de abril –qué tal fecha—en el Congreso de la República cuando representantes del Poder Ejecutivo, con Pedro Castillo a la cabeza secundado de Aníbal Torres y otros cuatro jefes de cartera, se sentaron frente a frente y sin filtros con la presidenta del Poder Legislativo, los voceros de cada bancada y representantes de los congresistas no agrupados. Menos mal, el encuentro fue transmitido en vivo y a todo color, como para que no digan que los medios editaron, tergiversaron, o entendimos mal porque somos una tira de “muchachitos tontos”.
Mientras los del Ejecutivo divagaban por algún universo paralelo, los del Legislativo querían ideas aterrizadas para resolver la crisis social, económica y, especialmente, política, que se resume en tres puntos clave: cómo abaratar el costo de vida bajando precios de alimentos y combustibles, cómo resolver los conflictos sociales de manera adecuada antes que escalen a paralizaciones nacionales (como las del 4 y 5 de abril), y cómo dar gobernabilidad al Perú cuando ahora es más evidente que Pedro Castillo hace cualquier cosa excepto gobernar.
No estoy sacando la cara por los y las congresistas, que tampoco es que sean mesías, ni budas, ni profetas, menos la quintaesencia de la política peruana. Ubíquense: una encuesta de Datum publicada el jueves 7 establece que de cada cinco, cuatro desaprueban al Congreso; y de cada cuatro, tres desaprueban a Pedro Castillo. O sea, por ahí van.
Pero, honestamente, al escucharles y ver las reacciones de los ministros más el presidente, uno se queda con la sensación de que un congresista tiene las ideas más claras que cinco ministros juntos. Y si tengo que salvar a un solo ministro, con Oscar Graham (Economía y Finanzas) a la cabeza del Perú, la cosa todavía es rescatable.
Dicho sea de paso, parece que el dictador y psicópata Adolf Hitler es el héroe de cabecera para Aníbal Torres porque cada que puede lo invoca en términos muy condescendientes, y quienes hemos leído Historia Universal sabemos que ni en Alemania tienen a Hitler como un hito positivo. Ya ni hablemos de Israel donde aún se le recuerda dolorosamente como el genocida de su pueblo.
Sin embargo, Torres piensa que la obra social del tercer Reich es loable, aunque en realidad no la hizo para desarrollo de su pueblo sino para conducir al mundo a un holocausto irracional. La sola condescendencia del presidente del Consejo de Ministros ante ese tirano es suficiente inhabilidad para que continúe en el cargo. Hay una iniciativa para interpelarlo en el Congreso. Espero que prospere su censura porque el Perú no es una nación nazi… aunque algunos políticos, en secreto, lo deseen.
Y si Pedro Castillo no pide a Aníbal Torres que pida perdón por esa estupidez, porque es una estupidez, y menos le pide su renuncia, quiere decir que Castillo avala al nazismo como una doctrina de gobierno. Si eso no nos hace ruido, o nunca hemos cogido un libro de Historia (o no vimos History), o tenemos nuestro chip nazista dentro. Y como nación, eso es tan nocivo como el marxismo-leninismo, que es una suerte de nazismo pero de izquierda.
Ah, y por cierto, la propuesta de invasión y control de medios de comunicación ideada por el verdadero poder en las sombras, Vladimir Cerrón, es precisamente parte de esa lógica nazista-marxista-leninista-maoísta. Pensamiento Cerrón, en resumidas cuentas. Sigamos.
Me parece positivo que ejecutivo y Legislativo se reúnan frente a frente a intercambiar ideas y decirse en la cara lo que piensa uno del otro con altura y respeto. El problema es que eso debió hacerse desde el inicio. Ahora mismo, la idea es valiosa, pero viendo el contexto peruano, la agenda debiera ser una urgente sucesión presidencial.
La crisis demandaba que el ejecutivo no solo tuviese clarísimo el problema sino que ya tuviera un paquete de soluciones inmediatas, a corto plazo, a mediano plazo y a largo plazo, porque las ddebacles causadas por amenazas externas van a repetirse periódicamente; el asunto es ccuán fuertes estamos para superarlas. ¡No lo aprendimos con las vacunas? ¿No pasó que quienes tuvieron pauta completa sí se infectaron pero no se agravaron y menos se murieron?
El problema del ejecutivo es que su gestión parece estar suspendida en un eterno diagnóstico, como esos sueños en los que quieres correr a toda velocidad pero apenas avanzas unos centímetros. Y aquí no se trata de que sean de izquierda y que la mayoría congresal sea de derecha; aquí se basa el tema en capacidades: ¿tienes las herramientas actitudinales y aptitudinales para detectar problemas y resolverlos antes que se hagan olas de cien metros de altura y cada quien corra por su vida?
La otra opción es que, leyendo entre líneas el pensamiento Torres, ese temor de que se trate de imponer a Castillo como otro dictador cobra fuerza. Solo que el verdadero poder no sería él sino Vladimir Cerrón.
Entonces, no hay mucho razonamiento que hacer al respecto: si quienes nos están liderando son incapaces, y una persona incapaz no puede liderarte, lo saludable es que esa persona tenga el gesto humilde de decir “no puedo” y dejarle el espacio a quien sí tiene las nociones claras, las habilidades probadas y la capacidad de conseguir resultados positivos como evidencias palpables, no como relleno de una hoja de vida, porque ya sabemos que el papel aguanta todo.
Y ése es el otro gran problema del Ejecutivo: ausencia de humildad. Ojo que no es cuán pobre monetario seas, sino cuánta nobleza haya en tu corazón para no creerte mejor que nadie ni peor que todos, y dedicarte a hacer lo que mejor sabes hacer para que los resultados hablen por ti. Lo dije hace dos columnas atrás.
Y esa soberbia, lo opuesto a humildad, ya se cobró la vida de seis compatriotas, hirió a decenas, generó millonarias pérdidas, ha puesto al país ya en terreno del descrédito internacional. De ser el gran jaguar andino… ahora ni a gato techero llegamos.
Es más, nuestro supuesto líder nacional, quien debería ser el último en abandonar el barco, simplemente ha sido tan cobarde que se inventó un pretexto para salir del edificio del Congreso y escapar a rascarse el ombligo quién sabe a dónde, porque no fue a hacer lo que dijo iba a hacer: derogar una absurda norma que enclaustraba a diez millones de personas… norma que fue desobedecida, por cierto.
La aventura de Perú Libre para apoderarse del gobierno por descarte electoral ha llegado a su fin, no porque yo lo diga sino porque la realidad y el sentido común lo evidencian. Listo. Ya probaron a gobernar y nos demostraron que no lo hacen mal; lo ahcen desastroso. Ya. Cedan el paso, activen la sucesión presidencial, que parece le tienen pavor no porque el sillón pueda terminar en un miembro de Acción Popular (otra vez) sino porque ese miembro es una mujer, igual que la vicepresidenta Boluarte.
Y si al no gozar de la inmunidad, tiene que rendir cuentas a la justicia, pues… es su problema, no el de 33 millones de personas que poblamos este hermoso país. Dicho todo esto, señor Pedro Castillo, renuncie. Sería más digno para usted que si alguien lo saca vía una acusación constitucional o una vacancia. Dignidad no es morir aferrado al ideal, es darse su lugar, y en su caso, ya no lo respetamos ni lo reconocemos como nuestro líder. Gracias por los servicios prestados, pero renuncie. Ya sembró sus vientos, cosechó su tempestad, ahora aguante la inundación que lo tiene cubierto hasta el cuello, pero solito. Con el resto del Perú ya no cuenta.
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