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Dom, Abr

Exigimos; ¿qué damos?

Nelson Peñaherrera
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nelson penaherrera castillo1ERP/N.Peñaherrera. A raíz del aniversario de Sullana, una de mis seguidoras me etiquetó en un foro de discusión de un medio de la competencia donde se preguntaban qué debe cambiar en Sullana.

Honestamente fue desalentador y decepcionante entrar al muro y ver las mismas opiniones de siempre: "El alcalde es inepto", "el alcalde es corrupto", "Ojalá el próximo alcalde no sea incapaz" (bueno, también espero eso), en fin, todo el alcalde, el alcalde, y el alcalde.

Fijación dactilar, podría llamarse.

Por cierto, el lenguaje de las opiniones era agresivo a más no poder. Me pregunto si estas personas se expresarían en los mismos términos si tuvieran al funcionario de marras frente a frente, sin la ayuda del resto del grupo.

Uno a uno... ahí se prueba cuán valiente es la persona.

No niego que el alcalde hubiera tenido desaciertos. Incluso, se los he criticado por acá, así que tampoco santifiquemos a nadie, pero tampoco lo usemos de pera de boxeo.

Señor alcalde, por si acaso, no lo estoy defendiendo. Sigamos.

Mi punto es que siempre tenemos esa fácil tendencia a calificar y juzgar con ligereza al prójimo por la manera cómo actúa, cuando olvidamos (selectivamente, diría yo) que los conflictos son como el tango: se necesitan dos para que encuentren su razón de ser.

Siempre pedimos que fulano haga esto, que sutano se comporte de esta manera, que a mengano no se le olvide tal pendiente; pero, ¿cuál es nuestra parte dentro del proceso? ¿Opinar iracundamente, y luego andar por la vida como si nada?

Me parece que ésa es la posición más ociosa e irresponsable.

Ciudadano o ciudadana es la persona que ejerce ciudadanía, nuestra llave para intervenir en los destinos del espacio donde habitamos independientemente de la extensión y jurisdicción de su territorio. Quien no entienda ciertos términos, ya pe, haga el favor y desempolve el diccionario, alias el amigo mataburros.

Y creo que por ahí comienza nuestra formación ciudadana: con la educación.

Y no me refiero a la instrucción escolar, sino nuestro afán de saber más, de explorar más allá, de manejar ahora más cosas de las que manejábamos ayer.

El siguiente paso es crear el entorno saludable en nuestro espacio más íntimo para comenzarlo a transferir al entorno público. Eso me recuerda a ciertos caseríos en el Alto Chira donde la gente decía que el gobierno no les ponía agua ni desagüe, pero todo el dinero que ganaba se invertía en televisores enormes, equipos de sonido super-potentes y celulares de última generación; pero ¿qué tal si eso se invertía en caños, tuberías y retretes?

Entonces, con la experiencia ganada en lo micro, aportar en lo macro de manera activa y asertiva, alentando los logros y señalando de manera muy inteligente los atascos o inconductas.

Por supuesto, esto no descarta denunciar por los cauces correspondientes y en los términos correctos. Tampoco pequemos de buena gente.

El hecho de que la ciudadanía tenga el sartén por el mango no significa que se alucine capataz egipcio de la época mosaica y latiguee a sus anchas, sino que anuncie y denuncie, pero que principalmente aporte.

No es malo pedir el respeto a nuestros derechos, pero sería mejor que incorporemos el cumplimiento de nuestras obligaciones.

Porque autoridad –como lo digo en una de mis conferencias- no es el cargo que me dan, ni el poder que eso implica, sino la capacidad que tengo de mostrar con mi ejemplo que algo sí funciona correctamente. Recién entonces, puedo exigirle al prójimo que haga la parte que le corresponde.

Pero exigir sin dar nada a cambio no corre. Así cualquiera.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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