Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Estaba en una junta de trabajo hace unos días con un joven empresario sullanero quien tiene un emprendimiento en marcha muy interesante, no solo por el emprendimiento en sí, sino por los valores intangibles que asocia a la marca y la enriquecen como propuesta. Su queja básica es que muchas veces nosotros tenemos más apego a lo foráneo que a lo local, incluso si lo local fuera de calidad. Puede ser.
Si queremos darle la razón, podríamos mencionar a ese departamento casi vecino del nuestro que tiene su propia cerveza, la que, en honor a la verdad, no es muy rica que digamos -y no es mi sola opinión-, pero la gente la consume por el solo (y casi irracional) hecho de que el nombre de la localidad está en la etiqueta. Pero seamos objetivos: ni siquiera se exporta, y creo que el problema es, precisamente el sabor; sin embargo, vende localmente más por orgullo gentilicio que por paladar desarrollado.
Yendo al otro extremo, puede que tengas un producto que sea tan bueno y que hasta ya esté trascendiendo fronteras; pero, ¿cuántos saben ese dato, y si lo saben por qué se lo tienen guardado, o por qué no lo recuerdan con facilidad?
Haciendo un 'mea culpa' con el empresario, una primera conclusión a la que llegábamos es porque los niveles de articulación son bajos o nulos. Y si estás pensando en articulación entre gobierno y sector privado, podría ser; pero lo que veíamos es que ese escaso o nulo nivel de articulación también se da dentro del sector privado, que no solo considera a la industria privada (pensar solo éso sería un prejuicio), sino al sector educativo privado, las organizaciones no gubernamentales (privadas, por definición) y hasta los medios de comunicación privados.
Imagina la cadena de una bicicleta en la que tienes un eslabón llamado investigación, otro llamado producción y otro llamado promoción. Pues bien, por lo visto los eslabones no están unidos, y lo peor del asunto es que se creen autosuficientes estando cada cual por su lado. Sí, absurdo pero real.
La causa de la desunión, creo, es la desconfianza: la investigación piensa que la producción se apropiará de sus resultados para usarlos comercialmente y que la promoción no entiende ni jota de términos técnicos, mientras que la promoción podría estar más obsecuentemente ligada con la investigación pero más mercantilmente interesada en la producción, y por su lado la producción piensa que la investigación y la promoción son gasto y no inversión, y peor aún piensa que todo es inversión... de dinero, en principio.
Entonces, en ese ambiente de yo-asumo-que-tú, nadie se entiende, y cuando las tres se acercan al sector público para potenciarlo o solicitarle algo, le hablan en tres idiomas totalmente diferentes. Y si le agregamos que el sector público -de por sí desarticulado- maneja sus propias lenguas y dialectos, es una Torre de Babel que funciona eficientemente. Irónico, ¿no?
Por supuesto que existe gente especializada en convertir al desentendimiento en caos, con la finalidad de jalar agua para su molino. El caso es que mientras el sector privado esté desarticulado, a esos generadores de caos se la ponemos facilita: trabajan media hora mientras que las veintitrés y media restantes se dedican a marmotear viendo cómo se rentabiliza su esfuerzo, en tanto que al resto nos dejan jalándonos el ombligo. Y En vez de bloquearles, les damos de comer en bandeja de plata. A ver, ¿quién pasa la pimienta, solo pa' ponerle alguito más de picante?
Y no está de más agregar a esta mezcla explosiva algo que el abogado Benjamín Flores Burneo llamó hace unos cuarenta años "el forasterismo de los piuranos", que en lenguaje actual nominamos como ausencia de identidad regional. Y uno que pensaba que era una enfermedad reciente.
Por lo tanto, la respuesta a este desentendimiento es que dentro del sector privado puedan desarrollarse capacidades de articulación, no con la finalidad de atacar en bloque, sino de generar una sinergia más natural y sostenible con el sector público. Ergo, desarrollo para toda la comunidad.
Y no se trata de quien sea alcalde, gobernador, presidente o secretario de la ONU; se trata de tener un plan estratégico que pueda hacerse dinámico, transversal e inclusivo. Sí, olvidé mencionar que hay que planificar, pero no hay de otra, compadres y comadres.
el otro aspecto a considerar es que esos tres eslabones que mencioné no tienen que interferirse en sus funciones porque cada cual tiene su propia identidad, su propia razón de ser. si uno o una es capaz de respetar esa identidad, el resto es relativamente fácil: la investigación se dedica a averiguar y presentar datos, la producción toma esos datos y los aplica a un sector capaz de generar bienes y/o servicios, y la promoción se dedica a informar y educar a todo el mundo acerca de los logros que esos primeros dos eslabones consiguieron.
¿Interferencia de funciones? ¡Nada! Al contrario: las diferencias unen antes que separan.
Lógicamente a nivel humano hay que cargarse de mucha humildad y nobleza (piurano o piurana que se respete es noble antes que todo), pero si al componente aptitudinal no le unimos lo actitudinal será lo mismo que tener un cuerpo sin alma, una suerte de zombie comunitario. Y éso no queremos.
Me alegra que la nueva generación de emprendedores locales tenga esa apertura para la integración -llámale idealismo, si quieres-, y que lo haga desde lo racional, no desde lo emocional, no desde la consigna.
En conclusión, el sector privado tiene un gran reto al unir esa cadena, y permitir que la bicicleta llegue lejos y más allá.
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