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Mar, Abr

¿Y qué tal si regalas una causa a los y las "causas"?

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Hace varias semanas conversaba con alguien sobre los aparentes problemas de indisciplina que reportan ciertos colegios secundarios en el distrito de Querecotillo. Y no estamos hablando de hacer bulla en clase, o no cumplir con los deberes, o ponerse el uniforme y cargar la mochila para ir a cualquier lugar menos al plantel; mas bien estamos hablando de faltarle el respeto a todo el mundo. 

Quizás el incidente más perturbador son las agresiones campales, verdaderas peleas que protagonizan los chicos y las chicas en plena calle mientras sus compañeros y compañeras, lejos de separarles, ajochan y hasta graban en sus celulares inteligentes para luego subirlos a las redes sociales.

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No me consta la existencia de esos videos, y si existen allí pululando por el ciberespacio, alguien debería denunciarlos y pedir al proveedor de servicio de la red social que suspenda las cuentas de quienes creen que se trata de un espectáculo digno de ser compartido, debido a que estamos hablando de menores de edad y porque la violencia no puede ser espectáculo de ninguna clase, especialmente cuando se hace por puro placer.

Sin embargo, sí me contaron que los niveles son tales que hasta se han propiciado reuniones plenarias con los padres y las madres de familia, el personal docente, y las autoridades distritales de Educación. Los resultados no han sido tan fructíferos que digamos: todas las partes comenzaron a señalarse mutuamente, y en lugar de trazarse un plan de acción para resolver el problema, el espacio terminó lleno de encrucijadas con letreros que indican ir a todas partes y a ninguna a la vez; en último caso, como la pita tiende a romperse por el lado más débil, se depositó toda la culpa en los y las adolescentes.

Renelmo Neco y Profesora

Ojo, sí tienen culpa, pero no toda la culpa, y por algún lado debe estar la causa de su conducta; así que en la medida en que cures la causa, curas la enfermedad.

Sin embargo, esta semana, sin planificarlo, tuve la oportunidad de ir a grabar un reportaje a La Horca, específicamente a la escuela primaria local, donde el alumnado de los últimos dos años está desarrollando un proyecto bien chévere de concienciación y conservación de la Laguna de los Patos, un humedal perdido entre ese caserío y el de Puente de Los Serranos, y que se caracteriza por ser un sitio de repostamiento de aves migratorias que se recorren hasta nueve mil kilómetros desde la provincia canadiense de Ontario (no leíste mal: 9000 km) mientras migran al norte o al sur.

Ya sabes, ponle a Nelson temas ecológicos y lo tendrás más encantado que Ulises escuchando a las sirenas, y la razón es simple: puede tocarte el mejor maestro o la mejor maestra de Ciencias en el aula, pero verlo y sentirlo por ti mismo en la propia Naturaleza empequeñece a cualquier clase por más magistral que sea.

Y cuando a un niño o una niña de entre diez a doce años le enseñas por qué es tan valioso su lugar, dejas de tratarle como la típica grabadorita que debe memorizarse una sarta de nombres para que saque una nota aceptable en el examen, y le conviertes en un agente de cambio. La palabrita la aprendí con el obstetra Marco Paulini mientras planeábamos cómo reducir la violencia de género desde la sociedad civil no tan organizada. Sigamos.

Caminé, compartí y entrevisté a algunas alumnas del colegio de La Horca, seguí su exposición, aprendí algunos de los nombres de las 96 especies de flora y fauna identificadas por el estudio paciente del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (serfor), me puse en el lugar de Max Guerra, el biólogo que hablaba de las garzas pico de espátula con tal propiedad... Mi cabeza trajo por asociación lo que me contaron de los episodios de violencia escolar en Querecotillo, de la que estábamos apenas a cinco minutos en carro, y honestamente me puse a pensar dónde se originaba el corto circuito.

https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=959979804193107&id=100005432882558&_rdr

Y la causa puede ser múltiple: quizás los papás y las mamás quienes promueven conductas permisivas o casi delictivas, quizás los y las docentes cuando renuncian a educar mediante la consonancia cognitiva, quizás la ausencia de las autoridades que solo lucran pero no se involucran en la problemática social de su distrito, quizás los medios cuando ponemos una canción que justifica (ya no tan veladamente) un golpe o una agresión sexual, quizás somos todos y todas; pero en La Horca yo reaprendí algo: cuando a un niño, una niña o una adolescente le muestras que hay una misión positiva que le da sentido a su vida y le valoras por éso, siembras la semilla para que su vida evolucione. No para que cambie, para que evolucione, para que la versión actual sea mucho mejor que la previa, y éso le permita responder mejor a las necesidades del entorno.

Quiero creer que esa declaración de buena voluntad hecha por el alumnado de La Horca se mantendrá durante sus cinco años de educación secundaria -siempre que no la abandonen- y que les acompañe el resto de su vida, no importa el destino que elijan siempre que sea beneficioso para la comunidad donde se encuentren.

Y ahora que todo el mundo debe seguir estresado por cuál regalo dar durante estas fiestas, a mí me parece que un motivo para luchar por la vida (además de un buen libro) sería un regalo perfecto. Ojo, también hay que envolverlo bonito para que cause emoción en quien lo descubre, también tiene que seleccionarse según el perfil de quien ha de recibirlo, también debe ser una recompensa a las buenas acciones del año.

Puede que en este mundo donde si-no-lo-ves-no-existe suene descabellado, pero darle un sentido a la vida de alguien, más que un regalo, es marcar un legado, algo que nos haga trascender. No se toca, pero su poder puede ir más allá incluso de nuestro propio tiempo en este plano. A ver quién se anima.

[Fotos Cortesía Renelmo Rivera. Opina en Facebook y Twitter usando el hashtag #columnaNelson]

 

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