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Vie, Abr

Caminos de sol sin sombra

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Cuando en 1995 mi abuela materna cumplió 90 años en entera lucidez, el medico que la atendía le reiteró, que su estado de salud y memoria se debían a que había caminado bastante, y había comido mucho pescado, por entonces doña Rosa Rey Ojeda recordaba los sucesos tanto recientes, como los pasados, demostrando además una gran energía física, envidiable, con respecto a personas de su misma edad.

En la Sullana de comienzos del siglo XX, cuando ella nació, no había automóviles, ni siquiera en Piura y en Lima, las personas se desplazaban a pie, o en acémilas, los burros, mulos y caballos no solo transportaban mercaderías, también desplazaban a las personas, y estos animales, en aquellos tiempos, costaban más que en la actualidad, se necesitaban para la locomoción.

Tener una recua de mulas, y una piara de burros para llevar los productos desde un espacio a otro, generaba ganancias a sus propietarios, y así se movía Piura y el Perú, hasta llegar a los lugares donde había barcos, o ferrocarriles como en Piura desde 1879. La comparación de precios puede hacerse, en las largas listas de transacciones comerciales que se custodian en el Archivo Regional de Piura, y en el Archivo General de la Nación de Lima.

A nivel urbano, las personas se desplazaban a pie, hasta que unos tranvías urbanos jalados por mulas, transitaban por las principales calles de Piura, Paita, Catacaos y Sullana. La gente caminaba, grandes y chicos, por lo tanto eran menos obesos, y menos propensos a protagonizar enfermedades como esas que son tan comunes ahora, vinculadas con la obesidad, o la pérdida de memoria.

Hoy los médicos nos recomiendan caminar por lo menos una hora diaria, para contrarrestar el sedentarismo del trabajo en oficina por ejemplo, por eso se promueven largas caminatas para evitar la acumulación del colesterol malo, que reduce la luz de las arterias, y es causa de trastornos físicos y emocionales.

Los viejos piuranos transitaban por caminos de sol sin sombra, que contraste con lo que hacemos hoy, y se desplazaban llevando sombreros en la cabeza, lo que impedía que se calentara la parte más elevada del cuerpo, y no se sintieran los rigores del calor. Las casas eran blanqueadas, conviviendo en armonía con la naturaleza, porque este color las conserva frescas, hoy las pintamos como estableciendo una vinculación con el arco iris, de muchos colorinches que acumulan calor.

Está bien que hoy la electricidad permite que las nuevas tecnologías acorten los rigores del calor, con el uso de ventiladores y aire acondicionado se refresca los ambientes, pero, los ecologistas nos recomiendan, que mientras en mayor armonía convivamos con la naturaleza, esta se deteriorará menos, así amigos, que procuren caminar desde hoy, y no esperar a ser militantes de la tercera edad para comenzar.

 

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