19
Vie, Abr

Mi Dios es el diploma y el lapicero

Nelson Peñaherrera
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

nelson penaherrera castillo1ERP/N.Peñaherrera. Hace un par de días estábamos viendo Caso Cerrado, donde se presentó una demanda en la que el fondo era el objeto de nuestra fe.

La psicóloga de planta, Vivian González si no me equivoco, hizo una explicación sencilla pero bien interesante sobre cómo solemos poner nuestra fe en aquello que vemos y tocamos (lo extrínseco) y no en lo trascendente que forma nuestro real bagaje como seres humanos (valores, moral, personalidad… lo intrínseco).

Además, se habló sobre la habilidad que tenemos para disfrazar idolatría con fe, de tal manera que, a la menor contrariedad, todo aquello en lo que creemos se derrumba en un periquete.

¿Quién dijo que el programa de la Polo no es educativo?

La reflexión de la profesional podría explicar, en parte, la cultura en la que vivimos actualmente, y podría explicar lo que nos pasó esta semana mientras gestionábamos más población beneficiaria de la campaña Un Billón de Pie.

Resulta que en una escuela recibieron a una de nuestras activistas y le dijeron que toda la propuesta de capacitación era interesante, pero que si podía darse certificación a todo el mundo y de paso algunos souvenirs: lapiceros, folders, libretas…

Desde ya adelanto que la respuesta a lo primero es veremos, y a lo segundo es no.

Como lo conversaba con el otro coordinador, en el caso de la recompensa, la verdad es que yo tendría reparos en ofrecerla por una simple razón: ¿cuáles son los resultados a corto, mediano y largo plazo que te impones como metas sobre los que voy a medir si realmente lo que haces ha tenido éxito o no?

Y no hablo solo de resultados cuantitativos sino cualitativos. Porque de nada me sirve que 50 estudiantes capaciten a 500, si es que en esos y esas 550 no hay un evidente cambio de actitud tras el conocimiento adquirido o reforzado.

Y esa es mi eterna crítica a las organizaciones que hacen talleres, seminarios, pasantías y diplomados donde las personas que asisten salen igual o peor de inconscientes que al inicio, al punto de que cometen las mismas pachotadas de toda la vida.

¿A qué van? ¿Por tener un papel para el currículum? ¿Eso no es delito contra la fe pública?

Por eso las llamo ‘vagacitaciones’.

Ahora que si, además del conocimiento hay cambio de actitud, y se sostiene en el tiempo, definitivamente sí merece una recompensa y hasta un reportaje en CNN… pero sobre resultados.

Por lo mismo, eso de andar repartiendo lapiceros, carpetas, libretas o cuanto menjunje se pueda, lo considero una manera de sobornar nuestra capacidad de convicción.

Es un poquito lo que la psicóloga González explicaba: condicionar la fe mediante cosas tangibles, pero no apelar a nuestra capacidad de reflexión y darnos cuenta que el molde de la sociedad no tiene forma ni tamaño, porque es nuestra axiología, nuestra ética, nuestra identidad… en fin, nuestra capacidad de ir más allá, de marcar una diferencia sin esperar nada a cambio.

¡Qué lástima que sea una institución educativa la promotora de este modelo acción-premio-castigo!

Lo ideal sería transformarlo por otro del tipo acción-convicción-evolución, donde se prescinda de lo concreto y se refuerce lo abstracto.

Por eso es que nuestra sociedad está patas arriba, y si el o la docente no se da cuenta de eso, entonces no hay mucho que esperar de esta y menos de las siguientes generaciones. A lo mejor es fe en el cajero automático. A lo mejor.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

Publicidad Aral1

Paypal1