16
Mar, Abr

39

Nelson Peñaherrera
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nelson pcPor: Nelson Peñaherrera Castillo

¿Treinta más nueve? ¿Cuarenta menos uno?

Tengo un amigo quien este mayo próximo cumplirá 27, y entre broma y serio anda psicoseado por el hecho que muy pronto –el tiempo pasa volando- llegará a las tres décadas.

A mí me queda un año para llegar a las cuatro, pero no estoy psicoseado, sino expectante. De hecho, no creo en la teoría del cumplemenos sino del cumplemás, porque resulta que cada año que acumulo es otro tomo más en mi vida, en mi historia personal.

Y déjenme decirles que, aunque ya sé cuál es el desenlace (digo, tendré que morir al final de ella), cada página que pasa se pone más interesante, apasionante. A un guionista de la Globo no se le pudo ocurrir tanta mixtura y giro argumental tan rico.

En particular, los últimos doce meses han sido llenos de sorpresas de todo calibre que, cada vez que me levanto sumando un nuevo día, me pregunto qué situación inesperada me deparará esa mezcla de hilos que yo manejo, tú manejas y que el resto maneja.

En cuanto al último año me parece que el saldo ha sido positivo. No es que esté mucho mejor que a los 38, pero en cuanto a vivencias, ha sido inmejorable.

Como me decía un entrañable amigo la noche del jueves: “Hemos construído una torre tal, que nos estamos preocupando de que más falta, cuando no nos hemos percatado de lo alto que hemos llegado”, y que apenas estamos principiando el camino… la altura, mejor dicho.

Y quizás ese es el secreto de vivir: no angustiarse por el tiempo que avanza o que falta para el inevitable final de todo ser humano, sino de la experiencia y sabiduría que se acumula cada veinticuatro horas.

Vivir es la aventura de aprender y ‘desaprender’, de liberarse de los pesos que no necesitas en tu mochila para quedarte con los justos, los que te permitan conquistar tu propia cima aunque se enrarezca el oxígeno.

Vivir es reencontrarte con lo que nunca cambia y que se resume en una palabra: amor.

Vivir es escalar tanto como puedas con tal de conseguir la felicidad trascendente, la que no se puede medir y pesar, la que escapa a la ciencia, pero a la que accedes mediante la ciencia.

A mis 39 me siento feliz y bendecido. Viendo hacia abajo, estoy bien alto, pero aún estoy principiando el camino.

No sé a dónde llegaré, pero sé que el destino será un lugar donde el común de la gente pagaría una fortuna por obtener. La diferencia es que yo sí lo gozaré con plenitud, espero, junto a la gente que quiero de verdad.

¡Gracias, Dios, por mis 39 abriles! A ver cuántos más podemos contar.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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