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Vie, Abr

Todo parte de diferenciar ‘cargo’ y ‘autoridad’

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. La compra de kits y el recojo de firmas para revocatoria de autoridades locales, la vigilancia ciudadana que descubre la inexistencia de obras presupuestadas con antelación o el súbito desvío de sus fondos a otros destinos, el abuso contra quienes no tienen acceso a información de calidad. La gestión pública en Piura aún se mueve en términos de feudalismo, especialmente donde el periodismo plural es inexistente.

Todo parte de la confusión generalizada en torno a los conceptos de ‘cargo’ y ‘autoridad’, y es ahí donde los problemas de gobernabilidad local comienzan su reacción en cadena.

La diferencia no es complicada de entender ni definir. Cargo es toda designación que recibo por asignación o por decisión mayoritaria (léase elección) para cumplir con una tarea o una serie de tareas específicas; autoridad es el reconocimiento espontáneo que me da un grupo de personas, independientemente de su número, porque soy bueno o excelente ejecutando las tareas que hago, aunque no me hayan sido encomendadas.

Quienes entienden esta diferencia optan por dos caminos distintos: hacer su chamba sin esperar un reconocimiento al punto de que éste surge espontáneamente (es decir, de veras espontáneamente), o forzar el reconocimiento a costa de lo que sea para hacerle creer a todo el mundo que hay respaldo (una especie de culto personal).

Y comienza esa febril y sobona tendencia a reunir multitudes, hacerles gritar estribillos a cambio de alguna compensación y poner el nombre en la nota de prensa aunque no se tenga ni la más remota idea de qué va el asunto, como ya me ha pasado siguiendo algunos hechos, en los que el funcionario o la funcionaria en el cargo ignoraba mayormente por qué de pronto estaba en las redacciones de los medios.

Peor aún, si uno se pone a investigar un poquito fuera del contexto de la foto o la nota de prensa, suele descubrir que la persona a cargo no necesariamente se le reconoce autoridad; entonces la gente se siente engañada o utilizada, y es ahí cuando las fricciones comienzan.

Y como muchas personas a cargo creen que su autoridad es absoluta y eterna (por lo que estoy de acuerdo con que la reelección inmediata no sea admitida para cualquier cargo de elección popular), suelen usar sus recursos para desacreditar a quienes le cuestionan, o sacarles del camino a cualquier precio, como parece haber pasado en algunas situaciones.

En el fondo, lo que queda es un creciente resentimiento en lugar de una armoniosa convivencia entre las posiciones divergentes.

Nadie adquiere automáticamente autoridad por el solo hecho de ganar el cargo, pero sí es posible que el cargo dependa de haber ganado autoridad, lo que demanda tiempo de estudio, práctica y perfeccionamiento. También es posible ir ganando autoridad conforme se hace un buen desempeño del cargo.

Pero ganar autoridad porque ya me gané el cargo es como creer ciegamente que el hábito sí hace al monje, apenas puesto. En todo caso, esta es una cualidad histriónica, que es propia de actores o actrices, pero que la usan para contarnos una historia y crear arte, no para emplearlo en el arte de contarnos una historia a todas luces manipulada o desesperadamente ocultada.

Aún falta mucho para que las personas que están a cargo de nuestra comunidad ganen autoridad, y sepan usarla para servir al resto, no para servirse del resto. En esta diferencia de actitud está el límite entre progresar en conjunto o terminar bajo un conjunto de cuestionamientos en progreso.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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